El amor, principal impulsor de mi movilidad internacional
HÉLÈNE SYED ZWICK | 14 DE FEBRERO 2020 | ROUTED Nº8 | TRADUCIDO DEL INGLÉS
Atardecer en El Cairo.
Mi vida ha transcurrido en El Cairo, Egipto, desde 2014. Definir quién soy es difícil para mí. Podría empezar por mi nacionalidad y el legado cultural que esta conlleva. Soy una mujer francesa, nací y crecí en Francia en un pueblecito cerca de la frontera alemana.
Sin embargo, las identidades evolucionan, impulsadas por las relaciones de amor y de amistad y por los entornos cercanos. En mi caso, el cambio significativo ocurrió al conocer a mi marido. Mi marido tiene la nacionalidad francesa, pero también es un pakistaní pastún. La cultura pastún es rica y misteriosa para los europeos. Basada en el islam y en una forma de vida antigua llamada Pashtunwali, los pastunes son conocidos por su orgullo y por su resistencia frente al enemigo. Mi marido nació y creció en Peshawar, y se marchó temporalmente de su país para estudiar y obtener un doctorado en Economía en Europa. Contrariamente a su plan inicial, nunca regresó a Pakistán. Nos conocimos en la universidad, nos enamoramos un día de 2008 y ahora tenemos tres hijas. La típica familia mixta con dos nacionalidades, dos culturas, dos religiones, se podría decir. Es cierto, estoy de acuerdo; pero es mucho más complejo que eso. Por supuesto, mis gustos musicales, mis actividades sociales y mi forma de vestir cambiaron. Descubrí, por ejemplo, las películas y la música de Bollywood, las especias y la cocina pakistaní y, por supuesto, el críquet.
No obstante, me identifico con más que estas dos culturas, la francesa y la pastún. El amor aceleró el recorrido de mi movilidad. El amor amplió mis horizontes más allá de Francia y Pakistán. No me quedé en Francia y no me instalé en Pakistán. Decidí seguir a mi marido y asentarnos juntos con nuestras hijas en Egipto en 2014, motivados por las oportunidades profesionales. Me convertí en una persona móvil y vinculada a la vez, ya que las decisiones en materia de movilidad de uno de los miembros de mi familia afectan al movimiento del resto. Me fui aunque mis perspectivas de empleo eran mejores en el lugar en el que me encontraba, Francia. Nuestra unidad familiar se volvió muy sólida y tuvimos la oportunidad de entablar amistades estrechas y sinceras en Egipto con personas egipcias, pero también con jordanas y libanesas. Suelo pensar en estos amigos como una tercera familia. En esta cultura, la amistad no tiene el mismo significado que en Europa. Aquí la gente es cálida. También me enamoré de la cocina, la amabilidad y el sentido del humor egipcios. Aprendí inglés y, lo más importante, árabe. El lenguaje no es solo una manera formidable de expresar intrínsecamente una identidad, sino que también la construye. El árabe me ha conectado a una rica historia egipcia, a la cultura árabo-islámica y a la caligrafía árabe.
Entre tanto, hemos estado viviendo y trabajando en Kirguistán durante varios veranos. De nuevo, otra cultura, otra historia con sus legados ruso, turco y mongol. Kirguistán es un país de Asia Central étnicamente diverso y un antiguo miembro de la Unión Soviética. La población habla kirguís, una lengua túrcica que emplea los alfabetos cirílico y ruso. Me enamoré de los paisajes increíbles, del lagman y del manti, dos de los platos más celebrados de la región, y con los inmensos bazares de Osh y Dordoï, donde entre 6000 y 7000 puestos se suceden uno detrás de otro en callejuelas estrechas y abarrotadas. Las amistades que entablé con kirguises, uzbekos, tayikos y afganos son muy queridas para mí y nos mueven a visitar el país tan a menudo como podemos.
Me identifico con estas culturas. Desde 2010, mi familia ha celebrado la Navidad en Francia y en Egipto. Hemos pasado el mes de Ramadán en Kirguistán, en Francia, en Turquía y en Egipto. Todos hablamos con fluidez al menos tres lenguas (francés, inglés y árabe) y estamos empezando a entender pastún y ruso. Hemos asistido a bodas en estos países, invitados como amigos íntimos.
Han pasado ya seis años desde que llegué a Egipto. Sigo preguntándome cómo el amor y la amistad me harán quedarme, me harán inmóvil. Mi corazón es grande. Sin embargo, será difícil dejar atrás amistades tan queridas otra vez. Los lazos sociales interactúan con el movimiento, mi vida es prueba de ello. Desde mi punto de vista, he entrado en una nueva fase de la senda de mi movilidad. Antes, al principio de este viaje, me marchaba a un sitio nuevo y eso propiciaba la formación de nuevas amistades. Ahora siento que las relaciones sociales que ya tengo me atraen a mi familia y a mí a determinados lugares, influyendo tanto en las geografías como en las temporalidades de mi movilidad.
Sin duda diría que la movilidad cambió y enriqueció quien soy hoy, lo que a su vez mejoró mi calidad de vida y aumentó mi bienestar general. Soy más tolerante y, como economista docente e investigadora especializada en los estudios migratorios, también cambió mi perspectiva sobre la integración cultural y social, sobre las minorías y sobre las migraciones forzosas y la trata de personas.
Hace ya más de una década que estoy en ruta, ¿pero hasta cuándo? El amor me guiará, como siempre.
Hélène Syed Zwick, PhD
La Dra. Hélène Syed Zwick es economista, profesora e investigadora, con más de 10 años de experiencia internacional. Ha vivido en tres continentes distintos (Europa, África y Asia) y trabajado en universidades e instituciones de investigación. Actualmente, es la Directora Ejecutiva del Centro de Investigación ESLSCA y Profesora asociada de Economía en la Universidad ESLSCA en Egipto. Su publicación más reciente es “Narrative analysis of Syrians, South Sudanese and Libyans transiting in Egypt: A Motivation–Opportunity–Ability Approach”, en el Journal of Ethnic and Migration Studies.