¿Quiénes son los privilegiados? Refugiados, indígenas y gringos en La Guajira, Colombia
DALTON PRICE | 4 JUNIO 2022 | OXFORD MIGRATION CONFERENCE 2022
Artículo traducido del inglés por el autor.
En este artículo, les presento tres imágenes. La primera muestra un grupo de migrantes y refugiados venezolanos parados frente a una oficina de Migración Colombia. Esperan que la agencia gubernamental les dé sus nuevos carnés, los cuales forman parte del nuevo programa del país para registrar a los más de 1,8 millones de venezolanos que viven en Colombia y garantizar su acceso a la atención médica, la educación, y otros servicios estatales. En la segunda foto, tomada a distancia y dejada borrosa para evitar que se identifiquen, cinco niños indígenas wayúu extienden sus manos y piden agua, panela, y otros alimentos mientras los carros pasan junto a ellos en la carretera sin asfaltar. Tomé ambas fotos en el departamento fronterizo colombiano de La Guajira: la primera en la capital departamental, Riohacha, y la segunda en el desierto de la Alta Guajira cerca de la frontera venezolana. La última imagen es mi visado colombiano, el cual permitió mi mudanza a La Guajira para realizar trabajo de campo etnográfico. Aunque estas imágenes no parecen estar relacionadas entre sí, la conexión entre ellas es muy clara para muchos de los que viven en La Guajira: somos los privilegiados aquí.
Puede que tal conclusión confunda a la gente. ¿Cómo se puede considerar privilegiados a los refugiados venezolanos y a los indígenas pobres y políticamente marginados? Y más sorprendente aún, ¿por qué se les agrupa con los gringos, como yo, que viven en La Guajira?
Como contexto, La Guajira es uno de los departamentos más diversos de Colombia. Aunque hay mucha mezcla, sus paisanos me describen la población guajira de la siguiente manera: los mestizos colombianos con descendencia española mixta, los afrocolombianos que reflejan la historia de esclavitud transatlántica, los migrantes venezolanos que huyen de la crisis política y económica de su país, los extranjeros no venezolanos y con frecuencia blancos (como yo), y los indígenas wayúu en cuya tierra ancestral vivimos todos. Desafortunadamente, La Guajira también es el departamento más pobre. El abandono estatal y la pobreza extrema son realidades vividas aquí, y todos los grupos anteriormente mencionados las han sufrido de una forma u otra. Sin embargo, cuando viene la gente para “ayudar” a los que viven en La Guajira —sea el gobierno colombiano, la ONU, los grupos humanitarios internacionales, o las ONG locales—, sus programas de ayuda rara vez son accesibles para todos.
En 2015-2016 cuando estalló la crisis actual en Venezuela y comenzó el éxodo masivo de sus ciudadanos, La Guajira, como estado fronterizo, recibió una de las cifras más altas de refugiados venezolanos. Varios grupos nacionales e internacionales acudieron en tropel al departamento para entregar ayuda humanitaria —en lo que se llama a veces “el baile de los chalecos”, en referencia a los chalecos multicolores que llevan puestos sus empleados— y muchos guajiros se quedaron preguntándose dónde estaba este tipo de ayuda cuando ellos estaban sufriendo. La Guajira, por ejemplo, sale a menudo en las noticias nacionales por la cifra extremadamente alta de desnutrición y muerte infantil en las comunidades wayúu. Como me dijo una participante en mi investigación, “Dalton, entiendo que la situación actual en Venezuela esté mala. Pero te prometo que allá en el desierto donde mueren los niños wayúu, las cosas están peor”. Desde el punto de vista de muchos guajiros, entonces, los venezolanos forman parte de una clase privilegiada que recibe trato preferencial.
Además, a pesar de reconocer el padecimiento de los wayúu, muchos colombianos no indígenas también los consideran un grupo privilegiado en La Guajira. Al caminar por las calles de Riohacha, se pueden ver camionetas “etnoeducativas” que ofrecen transporte a los niños wayúu. La ONU ha otorgado protecciones internacionales a los wayúu por su identidad indígena, y los wayúu han hecho varios llamamientos territoriales a estos entes diplomáticos a lo largo de la historia, muchas veces logrando resoluciones a su favor. El gobierno colombiano ha establecido resguardos indígenas, o zonas protegidas para sus comunidades, respetando sus reivindicaciones territoriales. Por lo tanto, mientras los no indígenas reconocen la difícil situación de los wayúu, también son conscientes de los discursos, las leyes y los órganos nacionales e internacionales destinados a protegerlos.
Y por último, yo. El extranjero blanco, gringo, estadounidense que vive aquí. Continuando con el tema de la migración, quizás uno de los mejores ejemplos de mi privilegio aquí es mi visado colombiano y el hecho de que pude venir aquí en primer lugar —en otras palabras, mi pasaporte estadounidense que me proporciona un alto grado de movilidad, mis circunstancias económicas que me permiten viajar, y mi blancura que me facilita el acceso a la comunidad. Por esta razón estoy en el grupo de los “privilegiados” junto a los refugiados venezolanos y los wayúu. La forma en que se manifiestan nuestros privilegios es indudablemente diferente, pero aun así, se nos atiende, se habla de nosotros, y tenemos a alguien al menos tratando de cuidarnos. Así entiende el privilegio mucha gente aquí, y eso es algo que muchos colombianos no indígenas sienten que nunca han tenido en La Guajira.
En este sentido, las concepciones del privilegio son contextuales y están específicamente situadas. Comparto estas interpretaciones locales del privilegio por varias razones, comenzando por la esperanza de caracterizar algunas de las dinámicas en este departamento olvidado y abandonado en Colombia. También destaco esta agrupación de refugiados, indígenas y gringos por lo sorprendente que resulta para quienes hemos sido enseñados a pensar que los refugiados e indígenas son siempre personas desfavorecidas. Este choque, estas diferencias entre los discursos locales sobre el privilegio y los discursos liberales internacionales con los que quienes leen esto pueden estar más familiarizados, nos brindan la oportunidad de repensar las constelaciones de poder y privilegios más allá de los marcos liberales occidentales que comúnmente dominan nuestros esquemas. ¿Qué implicaría tomar en serio estas concepciones locales de privilegio? ¿Cómo podría cambiar nuestra investigación en estas comunidades, o en las nuestras, si siguiéramos tales concepciones vernáculas en lugar de otras más conocidas para nosotros? ¿Qué podríamos aprender? Estas son preguntas en las que pienso bastante cuando estoy aquí en La Guajira, y les invito a que hagan lo mismo en sus propios proyectos y vean dónde podría llevarlos.
Dalton Price
Dalton Price es antropólogo e investigador doctoral en la Universidad de Oxford, donde estudia la migración venezolana y la “vida social del socialismo” en el departamento fronterizo colombiano de La Guajira. Su investigación anterior se dedicó a las burocracias sanitarias globales como la Organización Mundial de la Salud y las consecuencias no deseadas de los programas técnicos diseñados para ayudar a la población. Fuera del mundo académico, Dalta ha trabajado y sigue trabajando en espacios de cooperación, desarrollo, gubernamentales y de derechos humanos. Ha publicado en medios como Medicine Anthropology Theory, el New York Times, el Huffington Post, The New Humanitarian y Global Health NOW.