Los enemigos del Pacto Mundial sobre Migración
REBEKKA FIEDLER | 15 DE MARZO 2019 | TRADUCIDO DEL INGLÉS
Imagen de Pawel Janiak en Unsplash.
El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular tiene sus orígenes en la “crisis de refugiados” europea. Las negociaciones comenzaron cuando los gobiernos de los Estados se dieron cuenta de que necesitaban una mayor cooperación si querían gestionar las migraciones en el futuro. El objetivo de este artículo es hacer un bosquejo del proceso de elaboración del Pacto.
El Pacto partía como el primero de su especie en la historia: nunca antes habían debatido todos los miembros de las Naciones Unidas una estrategia común para coordinarse en materia de migración (y no solo de movimientos de refugiados).
Las negociaciones sobre el Pacto empezaron después de que la Declaración de Nueva York sobre Refugiados y Migrantes fuese adoptada de forma unánime por todos los 193 Estados miembros de la ONU en septiembre de 2016. Como resultado, acordaron redactar dos pactos en 2018: uno sobre refugiados y otro sobre migración. A pesar del acuerdo inicial, Estados Unidos fue el primer país en abandonar el Pacto sobre Migración con la llegada de Trump al gobierno. Apenas unos meses antes de que el Pacto fuese oficialmente firmado en Marrakech en diciembre de 2018, más de diez países se retiraron.
Algunos países como Israel, Polonia y la República Checa rechazaron el Pacto por temor a que fomentase la migración. Austria se retiró del Pacto afirmando que parecía reconocer la existencia de un “derecho humano a la migración”. De manera similar, el canciller austriaco Sebastian Kurz criticó que el documento prohibiese las expulsiones colectivas, un instrumento político del que algunos países no querrían prescindir. Declaraciones políticas como esta provocaron confusión en el debate público, oscureciendo la verdad; esto es, no existe tal “derecho humano a la migración”, y las expulsiones colectivas siempre son ilegales, dado que socavan el derecho a un juicio individual.
El gobierno australiano describió el documento como una amenaza a su combate contra el tráfico ilícito de personas. El primer ministro Scott Morrison es conocido por su línea dura contra la inmigración, capturando a los inmigrantes que llegan en barco sin un visado de entrada y enviándolos a centros de internamiento en islas del Pacífico. Esto va en detrimento de las estipulaciones del Pacto, que establece que la detención de migrantes sea utilizada solo como último recurso.
En Bélgica, el Pacto despertó un debate nacional que terminó llevando a la ruptura del gobierno. El partido nacionalista flamenco abandonó la coalición en protesta por el Pacto. El gobierno en minoría, aún así, fue a Marrach a firmar el Pacto Mundial sobre Migración en diciembre de 2018. Más de 5000 personas salieron a la calle en Bruselas después de que la extrema derecha flamenca llamara a manifestarse contra el Pacto. La marcha se tornó violenta y la policía tuvo que intervenir. Las próximas elecciones nacionales en mayo revelarán el impacto del conflicto político a raíz del documento.
A pesar del entusiasmo inicial por construir un sistema internacional de gestión de las migraciones, los partidos nacionalistas en un buen número de países de todo el mundo han utilizado el Pacto para avanzar sus propios intereses. Los medios de comunicación de la extrema derecha y los activistas en redes sociales organizaron campañas de información falsa contra el Pacto, con un “éxito” considerable. Consiguieron que el Pacto, un acuerdo internacional no vinculante que en circunstancias normales pasaría desapercibido para la opinión pública, se convirtiese en una cuestión de actualidad de primer orden y desatase una gran controversia.
El momento para negociar el Pacto fue a la vez el mejor y el peor posible. La opinión pública nunca ha prestado tanta atención a la migración internacional como en los últimos cuatro años, si bien ha ido de la mano de una creciente hostilidad y escepticismo frente a los migrantes en muchos países. Esto creó el perfecto impulso inicial para las primeras negociaciones globales sobre migración con tanta profundidad.
Aunque varios países se retiraron del Pacto Mundial sobre Migración, una abrumadora mayoría de 164 Estados miembros de las Naciones Unidas firmaron el documento. La verdadera pregunta ahora es en qué medida van a cumplir sus disposiciones.
Rebekka Fiedler
Rebekka Fiedler obtuvo recientemente un Máster en Estudios Migratorios en la Universidad de Oxford. Actualmente vive en el Reino Unido, pero creció en una pequeña ciudad de Alemania del Este. El verano de 2015, el punto álgido de la “crisis migratoria”, la dejó con muchas preguntas, la mayoría de las cuales no tuvieron respuesta por parte de los principales medios de comunicación. Le interesan los matices de las definiciones de quién es un inmigrante y cómo se entiende su integración en la sociedad. Su trabajo final de máster examinó la producción política de la Ley de Integración alemana. Rebekka aspira a contribuir a unir las conversaciones académicas y del día a día sobre movilidad humana.