Un porcentaje significativo de los 400.000 bangladesíes que viven y trabajan en Qatar poseen visados azad (libres), obtenidos ilegalmente a través de un patrocinador, que permiten a los migrantes trabajar en cualquier lugar que elijan. La migración financiada a través de deuda por medio de intermediarios es muy común, especialmente entre los migrantes irregulares, dado que muchos de estos proceden de familias pobres y no tienen la formación para conseguir un trabajo cualificado. Estos préstamos ponen a los migrantes y sus familias en una situación muy precaria hasta que devuelven la deuda, algo que puede llevar varios meses.
Con el surgimiento de la pandemia de COVID-19, muchos negocios que empleaban a bangladesíes han detenido su actividad, dejando a los migrantes sin ingresos. Los bangladesíes trabajan en una variedad de ocupaciones de salarios bajos en el Golfo, incluyendo obras de construcción e industrias conexas, venta ambulante y comercio de bienes de estraperlo. Muchos de los que realizan estos trabajos apenas han ganado lo suficiente como para tener sus propios ahorros después de enviar remesas de dinero a casa.
El gobierno qatarí ha anunciado dos medidas de asistencia que podrían beneficiar a los titulares de visados azad, pero ninguna parece ser efectiva a la hora de aliviar su miseria. En primer lugar, se ha introducido la obligación para los empleadores de seguir proporcionando alimentos y vivienda a los trabajadores durante la pandemia, pero esta ayuda no parece ser inminente para los titulares de visados azad. En segundo lugar, el gobierno qatarí ha anunciado que todos los migrantes, sin importar su estatus legal, pueden tener acceso a los servicios sanitarios. Aunque son conscientes de esto, los migrantes con los que hablamos se mostraban reticentes a solicitarlo, por temor a revelar su estatus regular y ser deportados a Bangladesh. Además, ni los empleadores ni el estado proporcionaron información a los migrantes irregulares sobre cómo mantenerse seguros. En lugar de esto, tuvieron que confiar en los mensajes de texto de sus proveedores de servicios móviles (Q-Tel, Bkash y Vodafone) con información sobre el distanciamiento social y otros procedimientos de seguridad.
Tomando una postura burocrática y particularmente inflexible, ajena a la realidad de la migración irregular, la Embajada de Bangladesh en Doha está ofreciendo ayuda solo a quienes se encuentran legalmente en Qatar. Para beneficiarse de esta oportunidad, los migrantes tienen que registrarse online y dar su nombre, número de teléfono, pasaporte o carnet de identidad qatarí y dirección. Quienes se han atrevido a pedir ayuda han sido cruelmente rechazados. Matiur, un trabajador de la construcción de 51 años que ha estado desempleado durante los últimos tres meses, describió el trato rudo que recibió en la Embajada:
Me trataron tan mal. Fue como si me sacaran a empujones, agarrándome del hombro (ghar dhore dhakka diye ber kore deya). Ni siquiera me escucharon. Me decían como “vete, vete, márchate” (jao, jao, ber hou).*
Otros tenían pocas expectativas depositadas en la Embajada. Lal Miah, un migrante de 24 años que solía trabajar en una compañía de placas de yeso, tenía esto que decir:
En la Embajada de Bangladesh todo el mundo está durmiendo (Emabssyr sobai ghumaytese). No nos ayudaron en nada. Comen y duermen y se entretienen ocupándose de sí mismos (Ora sudhu khay ar ghumay ar nijeder niyei beysto thake). Cada vez que íbamos allí, no nos dedicaban ni 20 minutos. No se preocupan por nosotros (Amader kono pattai dey na).
Los migrantes bangladeshíes irregulares que poseen visados azad se encuentran por tanto atrapados entre los regímenes migratorios exclusivos de ambos países y las condiciones de trabajo neoliberales con escasa seguridad o protección por parte de su propio gobierno, el gobierno receptor o sus empleadores.
En estas circunstancias, el apoyo de sus compatriotas ha sido un balón de oxígeno. Pongamos por ejemplo el caso de Majid, un vendedor ambulante de 40 años que lleva tres años en Qatar y que no ha obtenido ningún ingreso desde que comenzó el confinamiento. No tiene ahorros ni ningún recurso de apoyo del estado qatarí ni de la embajada bangladesí en Doha, debido a su frágil estatus legal y a la naturaleza informal de su trabajo. Ahora está viviendo con un compatriota bangladesí, residente legal, que le paga la comida. Aunque sabe de esta pandemia letal, gracias a los vídeos de YouTube y a sus compañeros de piso bangladesíes, el hambre es a lo que más teme. Le aterroriza pensar que, si se prolonga el confinamiento, los migrantes irregulares como él morirán de hambre antes de que los mate el virus.
Las dificultades de los migrantes bangladesíes irregulares atrapados en Qatar pone de relieve la vulnerabilidad de los migrantes empleados en trabajos precarios. Las intenciones declaradas del gobierno qatarí no coinciden con las experiencias de los migrantes; y la respuesta del gobierno bangladesí ha dejado de lado a los migrantes irregulares en sus planes de asistencia. Abandonados por los gobiernos y los empleadores que se han beneficiado de su mano de obra barata, los migrantes irregulares de Bangladesh se han visto obligados a recurrir a sus propias redes sociales para encontrar apoyo.
A pesar de su precariedad en aumento, los migrantes entrevistados han decidido permanecer en Qatar porque esperan que la economía reabra o porque temen la humillación de regresar a casa como fracasados. También parecen alimentar esperanzas de que el estado qatarí termine por regularizar su estatus migratorio. Majid dice que la pandemia le ha golpeado duro, pero quiere quedarse en Qatar porque sus perspectivas en Qatar son desalentadoras, ya que no tiene propiedades y tiene deudas pendientes:
Para mí, quedarme aquí en Qatar ahora y regresar a Bangladesh es lo mismo. Preferiría quedarme aquí. He oído que el gobierno qatarí podría ofrecernos una amnistía por la crisis actual. Y habrá más oportunidades de trabajo con la construcción de muchos estadios para la Copa del Mundo de Qatar de 2022. Aunque no tengo trabajo ni dinero y me estoy quedando débil por la falta de comida estos días, tengo que quedarme aquí. No puedo regresar a casa con las manos vacías (Shunnyo haate baari phera jabe na).
Las experiencias de estos migrantes deben ser entendidas a la luz de las oportunidades y precariedades impredecibles de la migración circular irregular en la economía global. Por un lado, proporciona una vía para escapar de la pobreza a pesar de las deudas iniciales. Pero por otro lado, crisis como la del COVID-19 pueden revertir todas las ganancias y sumir a los migrantes y sus familias en una pobreza y vulnerabilidad aún más profundas. Ambos gobiernos deben tomar más conciencia de las realidades de sus vidas para protegerles mejor.
* Cinco entrevistas han sido realizadas a distancia con migrantes bangladesíes en Qatar en abril de 2020. Para garantizar la confidencialidad, se han empleados pseudónimos.
Lamea Momen
Lamea es estudiante de doctorado en la Escuela de Estudios Globales de la Universidad de Sussex. Investiga sobre las experiencias de riesgo vividas por migrantes bangladesíes en Sudáfrica, centrándose en la intersección del riesgo, la movilidad, la fortuna y la autonomía. Es Estudiante Investigadora Visitante en el Centro Africano para la Migración y la Sociedad (ACMS) en la Universidad de Witwatersrand, Johannesburgo.
Priya Deshingkar
Priya es Profesora de Migración y Desarrollo en la Universidad de Sussex. Su investigación se centra en los vínculos entre la migración sur-sur y la pobreza en Asia, Oriente Próximo y África. Sus proyectos más recientes están relacionados con migraciones forzadas, trata y tráfico de personas y la industria migratoria.