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Las contradictorias políticas de movilidad de la Unión Europea

SVEN SCHELLEKENS  |  18 DE ABRIL 2020  |  ROUTED Nº9   |  TRADUCIDO DEL INGLÉS
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Este mapa cartografía los viajes de diez migrantes indocumentados entrevistados por el autor, mostrando cómo se mueven a través de las fronteras hasta llegar a los Países Bajos en busca de una vida mejor. Mapa creado por Sven Schellekens.

Los intentos de restringir la movilidad son tan antiguos como la gobernanza de las comunidades políticas. Sin embargo, estas tentativas de control no impiden el movimiento a los migrantes. Los controles de las fronteras internas de la Unión Europea han cesado, conforme al Acuerdo de Schengen que permite la libre circulación de personas a través de las fronteras. Esto tiene consecuencias significativas que afectan a la movilidad transfronteriza. La desaparición de los controles de fronteras internos produce un espacio geográfico en el que los ciudadanos europeos pueden moverse libremente sin ser controlados por el Estado. Por supuesto, esto también contribuye a la migración indocumentada, ofreciendo la oportunidad de viajar de un Estado miembro a otro para solicitar asilo.

Estos migrantes están “viviendo Europa”.[1] Por “vivir Europa” me refiero a que los migrantes que entran en la UE e intentan solicitar asilo en un Estado miembro ven a la UE como una entidad posnacional. Cada Estado miembro presenta una nueva oportunidad para solicitar asilo y comenzar una nueva vida. Si su solicitud es denegada, los migrantes pueden simplemente desplazarse a través de las fronteras y volver a intentarlo. Esto pone de manifiesto que el “destino Europa” es un espacio geográfico dividido en varias entidades nacionales en el cual los migrantes podrían moverse de una nación a otra. Sin embargo, surge un problema estructural debido a la existencia de políticas contradictorias. Conforme al Reglamento de Dublín, los demandantes de asilo tienen que solicitarlo en el Estado miembro por el que accedieron inicialmente a la UE. Esto lleva a que Estados fronterizos (como por ejemplo Italia) carguen con buena parte del peso de la cuestión de la migración indocumentada.

Dado que las rutas, vehículos y modos de transporte son un tema central en este número de Routed, este artículo se centrará en la tecnología que los migrantes indocumentados emplean para abrirse camino por las fronteras. Los migrantes (y sus pasadores) son los primeros interesados en mantenerse fuera del alcance de los Estados hasta que llegan a su destino; por eso intentan no ser detectados. Las autoridades de inmigración suelen detectar las nuevas rutas y formas de ocultarse, lo que a su vez impulsa a los migrantes a adoptar nuevas estrategias. Como consecuencia, las rutas migratorias van cambiando con el tiempo. Este artículo ve la movilidad desde la perspectiva del migrante. A través de la historia de Nashir, un migrante indocumentado originario de Eritrea al que entrevisté para mi trabajo final de máster, identifico las formas en que los migrantes indocumentados se abren camino a través de las fronteras en las circunstancias inestables y cambiantes del control fronterizo. La historia de Nashir nos muestra cómo se dificulta la entrada a la UE y cómo, una vez que los migrantes han llegado, su movilidad queda gobernada por políticas contradictorias.

Nacido en Eritrea a finales de los 80, Nashir se marchó de su país a Etiopía siendo un huérfano de tres años de edad. Más adelante se fue a Sudán para estudiar en la universidad, y luego se marchó rumbo a Europa en 2015. Su viaje le llevó a través del desierto hasta Libia, donde estuvo en tránsito durante dos años. Después de varios intentos de cruzar el mar Mediterráneo, llegó a Italia en 2017. Su viaje continuó por Francia, Alemania y de nuevo Francia, donde decidió que su siguiente destino sería Inglaterra. En el puerto de Calais, Nashir y otros compañeros migrantes se subieron a un camión tráiler pensando que les llevaría al otro lado del Canal de la Mancha. Sin embargo, el camión se dirigía a los Países Bajos, donde Nashir vive actualmente en un centro de recepción para demandantes de asilo, a la espera de que resuelvan su solicitud.

Dado que los migrantes indocumentados se mueven en un terreno geográfico que no les es familiar, dependen en gran medida del uso de tecnologías como los smartphones. El viaje de Nashir ilustra cómo su teléfono móvil es para él una herramienta con la que movilizar a sus contactos, organizar los transportes, transferir dinero y buscar trabajo mientras está en tránsito. Durante las primeras etapas de Sudán a Libia, Nashir llamaba a los pasadores (o intermediarios, como él los llama) para organizar el transporte.

Primero, cuando llegué a Libia pagué a un conductor. Una vez allí, había un acuerdo para cuando llegase a Trípoli. Pagaría el dinero después de llegar; lo transferiría a alguien en Sudán. Llegué a la ciudad de Sabha. Cuando llevaba allí tres días, llamé a una persona en la que confiaba, que conocía. Fue al intermediario, pagó el dinero y después de que recibieran el dinero entonces me dejaron libre y me llevaron a Trípoli.

El uso de los teléfonos móviles es hoy clave para que los migrantes amplíen sus redes geográficas y también reduce los peligros de cruzar entornos naturales hostiles, como el desierto del Sáhara, aunque los riesgos aún son numerosos.[2] Por otra parte, la coordinación interna entre los pasadores sobre las rutas a tomar se gestiona de forma más eficiente gracias a estos avances tecnológicos.

Las comunicaciones a larga distancia juegan un papel central en la travesía del mar Mediterráneo. Mientras se desplazan, los migrantes tienen que aprenden a manejar una tecnología con la que no tienen ninguna experiencia. De esta manera, la información obtenida mediante tecnologías de comunicación a larga distancia puede resultar confusa o poco fiable. Nashir habla de cómo se subió a una embarcación rumbo a aguas internacionales, equipada con un transmisor de radio. Su pasador les dio instrucciones a él y a sus compañeros migrantes de permanecer en contacto a través de la radio, comunicándole su posición para ver si habían llegado ya a aguas internacionales.

Hubo un momento en el que perdimos la conexión. Perdimos los combustibles. El barco no era más que un barco pequeño de plástico. Estábamos allí con unas 120 personas, creo que 110. Finalmente funcionó nuestra señal de radio. Estábamos en un punto muerto. Todo el mundo empezaba a tener sed y ponerse malo. Y finalmente funciona la radio. Luego el intermediario nos llamó. Nos preguntó por nuestra localización, la latitud, la longitud, no sé. Nos dio un número y dijo: “Quedaos ahí y os enviaré a alguien para que os rescate”. Después de treinta o cuarenta minutos, la organización de rescate llega para salvarnos. Primero el helicóptero y luego el barco. Esa es la historia.

El hecho de que haya una vasta masa de agua donde la recepción es mala es un obstáculo añadido para los migrantes al atravesar el mar Mediterráneo. A estos riesgos se suman la inexperiencia en materia de navegación marítima y la complejidad de los instrumentos de navegación que tienen que emplear, como brújulas y transmisores de radio. En el caso de Nashir, solo una delgada línea separa lo que ocurrió de lo que pudo haber ocurrido: la continuación del viaje, frente a la pérdida de su vida o la de sus compañeros.

La historia de Nashir es una muestra de los peligros a los que se enfrentan los migrantes cuando tratan de alcanzar el “destino Europa”. En términos generales, la política migratoria de la UE se centra en impedir a los migrantes que entren. Aventurarse por las fronteras exteriores de la UE es peligroso, pero una vez llegan, los migrantes “viven Europa”. Las fronteras abiertas del Acuerdo de Schengen no limitan físicamente su movimiento, con lo que los migrantes tienen la oportunidad de pedir asilo en distintos Estados miembros. Sin embargo, algo curioso cambia en este punto: unidos, el Acuerdo de Schengen y el Procedimiento de Dublín intensifican su movilidad. Muchos desean alcanzan la Europa noroccidental porque allí hay más oportunidades laborales y la acogida de refugiados es relativamente más amable. Algunos tienen familiares con los que desean reecontrarse. Sin embargo, el efecto del Procedimiento de Dublín es que los migrantes tienen que regresar a los Estados fronterizos periféricos, porque entraron en la UE a través de ellos. Permanecen así en movimiento y están “viviendo Europa”. Es este proceso de gobierno del movimiento de los migrantes indocumentados el que permite a los Estados miembros ejercer control sobre su movilidad. El Acuerdo de Schengen y el Reglamento de Dublín crean unidos un limbo de movilidad: estas políticas, si bien no prohíben absolutamente la movilidad, niegan a los migrantes el derecho humano de residencia dentro de las fronteras de un Estado.


 

Notas y referencias

[1] Para leer más sobre el concepto de “vivir Europa” véase Joris Schapendonk, ‘The multiplicity of transit: the waiting and onward mobility of African migrants in the European Union’, International Journal of Migration and Border Studies 44, no. 4 (2017): 208-227.


[2] Para leer más, véase Max Leonard Schaub, ‘Lines across the desert: mobile phone use and mobility in the context of trans-Saharan migration’, Information Technology for Development 18, no. 2 (2012): 126-144.

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Sven Schellekens

Sven Schellekens obtuvo recientemente un máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Ámsterdam. Quiere estudiar un doctorado para seguir investigando sobre migrantes indocumentados y pasadores de personas. Le gusta tratar cuestiones académicas que giren sobre la perspectiva del “extranjero” para examinar el Estado y sus políticas. Su trabajo fin de máster sobre cómo los migrantes indocumentados se abren camino a través de las fronteras recoge las experiencias de diez migrantes indocumentados que acabaron en los Países Bajos. Mediante su trabajo, Sven busca dar voz a los migrantes, especialmente a aquellos a los que nadie escucha.

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