Fricción, movimiento y resistencia en las arenas de alquitrán de Athabasca
Imágenes tomadas por la autora.
Desde los inicios del siglo XX, la fascinación por el petróleo y la riqueza tienta a los colonos en Alberta del Norte. Durante muchos años, no obstante, la extracción y el procesamiento de las arenas de alquitrán resultaron difíciles. Esto se debe en parte a sus propiedades físicas, en particular la forma en la que las arenas bituminosas son resistentes al movimiento. Si bien el petróleo crudo puede fluir con facilidad a través de oleoductos, las arenas de alquitrán son viscosas y quedan quietas en el sitio. Prestando especial atención al contraste entre la contumacia de las arenas y la hipermovilidad de la fuerza de trabajo, este artículo examina algunas de las fricciones y las tensiones inherentes a este proceso destructivo de extracción. De esta forma, da también una imagen de los posibles futuros divergentes en una era de calentamiento global: unos caracterizados por flujos acelerados de movilidad y otros por una resistencia arraigada en lo local.
Para superar la inmovilidad de las arenas de alquitrán, la industria se ha visto obligada a hacer grandes esfuerzos, frecuentemente sin demasiado éxito. Una de las primeras plantas procesadoras, Abasand Oil, quedó destruida por un incendio en 1941 y de nuevo en 1945, al tratar de utilizar queroseno volátil para separar el petróleo de la arena. Al final de los años 50 se renovaron los intentos, con un programa gubernamental bautizado “proyecto caldera”. El proyecto se puso en marcha con la promesa de detonar explosivos nucleares por debajo de la arena, con la esperanza de volverlos líquidos y transportables. Sin embargo, con la oposición firme de la opinión pública a los ensayos nucleares, esto también se interrumpió.
No fue hasta 1967 que la producción comercial dio comienzo de verdad. La clave para procesar la arena de manera eficaz era, y sigue siendo, operar a una escala enorme e intensiva en términos de energía. Desde el año 2000, más de dos millones de acres de bosque boreal, repletos de ecosistemas de marismas y humedales, han sido eliminados por operaciones mineras. Lo ha hecho posible la utilización de maquinaria de gran tamaño y potencia: camiones de neumáticos de trece pies de alto cargados con 460 toneladas de material atraviesan las carreteras de las instalaciones. Este método de explotación minera sigue estando asociado con riesgos no solo para las poblaciones locales, los trabajadores y los sistemas ambientales globales, sino también para las empresas dedicadas al proceso de extracción. En primer lugar, este tipo de minería es sumamente costoso. Para lograr rentabilidad, el petróleo tiene que venderse a 70 dólares el barril, y en la fecha en la que se escribe escribe este artículo está valorado a apenas 60 dólares. Como resultado, la industria es volátil y a la vez está impulsada por la búsqueda de eficiencia.
Uno de los métodos fundamentales para asegurar esta eficiencia es el sistema de trabajo de fly-in fly-out (un tipo de contrato por el cual los empleados se desplazan temporalmente en avión al lugar de trabajo) utilizado por la industria petrolera. Aproximadamente 27.000 personas van y vienen rutinariamente a Fort McMurray para trabajar en las arenas de alquitrán. El 80% de estos trabajadores vuelan bien a aeródromos propiedad de la compañía, bien al aeropuerto local de Fort McMurray. El desplazamiento de ida y vuelta de una sola persona a las arenas bituminosas cuesta en torno a 42.000$ al año, y muchas empresas están buscando oportunidades para aumentar sus pistas de aterrizaje y su flota privada de aviones. Los restantes viajan en autobús o en coche a la ciudad; en el punto álgido del boom, circulaban setecientos autobuses al día alrededor de Fort McMurray. Fort McMurray se caracteriza, más que por la energía extraída de las arenas de alquitrán, por la enorme cantidad de energía cinética consumida para ayudar a la industria extractiva. El sistema de hipermovilidad plantea un contraste marcado e irónico frente a la lentitud y la fijeza que definen a las arenas bituminosas como sustancia.
La industria de las arenas de alquitrán sostiene que este régimen de movilidad constante es necesario para alimentar sus exigencias voraces de mano de obra. Necesita que se le provea de trabajadores día y noche, para conducir los camiones pesados, trabajar en estaciones de bomberos y almacenes, reparar las máquinas, operar los aparatos eléctricos y detectar gases. Las vidas de estos trabajadores orbitan en torno a sus turnos laborales, que pueden variar desde 7 días con turnos de 12 horas y 7 días de descanso hasta 21 días con turnos de 12 horas y 7 días de descanso. Para muchos, esto implica vivir en campos de trabajo aislados, lejos de su familia y sus hogares. Es en los campos en donde el sistema de movilidad se frena; uno de los trabajadores del petróleo describió la experiencia de vivir en el campo como similar a estar en la cárcel. Sin embargo, la industria petrolera afirma que la estructura de fly-in fly-out mejora el bienestar de los trabajadores, las tasas de fluctuación del personal y la eficiencia en términos de tiempo y costes.
El sistema de fly-in fly-out acelera el sistema laboral de tal forma que crea una particular atmósfera temporal en la industria de las arenas bituminosas. En palabras de un empleado, “cada segundo cuenta, así que si paramos de producir durante un mes...la empresa pierde millones en producción”. Otro trabajador lo describió más sucintamente: “aquí, el tiempo es oro”. Al depender de una fuerza de trabajo hipermóvil, la industria petrolera aumenta la cantidad de tiempo que puede dedicarse a la extracción y la producción. Las jornadas de trabajo son más largas y se prolongan hasta que los trabajadores ya no pueden continuar de manera eficiente, momento en el que son reemplazados por un nuevo grupo. No obstante, esta aceleración del trabajo, la extracción y los beneficios tiene límites. Cada mes, las instalaciones tienen que programar “paradas”o “recuperaciones” en las que todos los vehículos y la maquinaria pasan por un período intenso de reparaciones. En este punto, la extracción se detiene abruptamente. El sistema de paradas refleja la particular tensión temporal, inherente a la extracción de petróleo en este contexto. Independientemente, de la eficiencia del sistema laboral y extractivo, el proceso no es sostenible. La viscosidad y lentitud del flujo del petróleo contrasta con la velocidad de su consumo y el grado en que ha acelerado el mundo contemporáneo.
No solo las arenas de alquitrán resisten frente a los intentos de acelerar el tiempo, también los trabajadores están llevados a su límite temporal. Muchos trabajadores del petróleo describen su estancia en el campo como una prueba de resistencia en el que el bienestar emocional pasa a un segundo plano por detrás de la capacidad de obtener ingresos. Los trabajadores hablan de la necesidad de un “día para derrumbarse” cuando regresan de su turno, y muchos sufren de agotamiento, depresión y aumento de peso asociados con el modelo de trabajo. Muchos trabajadores del petróleo reconocen el coste que ha supuesto trabajar a larga distancia para sus relaciones, y con frecuencia cuentan el estrés emocional entre los motivos para abandonar la industria. Si bien la industria sostiene que el trabajo fly-in fly-out hace posible la eficiencia, se trata en realidad de un régimen de movilidad que mina su propia mano de obra.
La extracción de arenas de alquitrán no solo crea un conflicto temporal entre los tiempos del petróleo, de las personas y de la creación de beneficios; también tiene repercusiones para el proceso mucho más amplio del tiempo climático. La doble producción de dióxido de carbono que ocurre como resultado de la industria de arenas bituminosas (en la extracción y en la utilización final del combustible) acelera el proceso de calentamiento global. Al hacer esto crea una forma nueva e impredecible de tiempo climático, que ya no opera por encima de las vidas humanas, sino que nos sitúa en el medio de nuevos procesos impredecibles. Esto podría constituir el argumento fundamental de oposición al proyecto extractivo, aunque los impactos del cambio en el tiempo climático tal vez no se dejen sentir hasta que sus efectos sean irreversibles. Debemos por tanto concentrarnos en la fricción más inmediata que existe entre los trabajadores humanos y el sistema de extracción al buscar oportunidades para el cambio.
La relación futura entre la industria extractiva de las arenas bituminosas y un clima cambiante puede ilustrarse volviendo de nuevo al sistema de trabajo de fly-in fly-out y la historia de la extracción en la zona. En 1993, una catástrofe medioambiental provocada por los seres humanos, el colapso de la pesca del bacalao en Nueva Escocia, dejó a miles de personas sin empleo. Después, muchas de estas comunidades dirigieron la mirada y fueron activamente contratadas por la industria de las arenas de alquitrán. Fue en parte el colapso de este ecosistema lo que impulsó el desarrollo del desplazamiento de trabajadores a larga distancia desde Nueva Escocia a Alberta. Este mismo proceso, un intenso cambio medioambiental que lleva a formas de movilidad extendida vinculadas al trabajo, podría repetirse con diversas magnitudes durante una era de calentamiento global. Este escenario de futuro no solo empujaría a los trabajadores al límite de su bienestar, sino que también seguiría aumentando los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.
Afortunadamente, pese a todo, la resistencia frente al sistema de fly-in fly-out también ha comenzado a movilizar escenarios más positivos para el futuro. Una toma de conciencia local sobre los efectos negativos del modelo de trabajo fly-in fly-out empieza a hacer crecer la oposición a la industria de las arenas de alquitrán. En enero de 2019, los concejales de Fort McMurray impusieron una moratoria al desarrollo de más campos para el fly-in fly-out. Esta decisión fue recibida con disgusto por la industria, que advirtió que tendría un efecto perjudicial sobre los beneficios. Lo más interesante de esta oposición a las arenas bituminosas es que no procede de ecologistas de izquierdas, en contra desde hace mucho tiempo, sino de los empresarios de corte conservador de McMurray. Aunque una moratoria a nuevos campos de trabajo difícilmente detendrá la expansión de las arenas bituminosas, es ciertamente un paso en la dirección correcta. También revela el potencial de las distintas formas y focos de resistencia para exigir responsabilidad a la industria. Esta resistencia arraigada en lo local, que imagina trabajos más justos para los empleados y para la economía local, podría engendrar el comienzo de un sistema de trabajo más sostenible en Alberta del Norte.
A pesar de los enormes esfuerzos de la industria para crear un sistema de flujos hiper-eficientes de personas, petróleo y capital, las realidades materiales de las arenas bituminosas, las vidas de los trabajadores del petróleo y los límites del clima crean una serie de fricciones que pueden llegar a perturbar el empuje expansivo de la industria hacia la expansión. A través de la abrasión y la viscosidad, las arenas de alquitrán frenan la capacidad de extraer y transportar crudo sintético rentablemente. Esta resistencia material ha forzado a la industria a adoptar, entre otras cosas, un sistema laboral que depende de un régimen extremo de hipermovilidad que de hecho socava la base de su fuerza de trabajo. La confluencia de fricciones y flujos, de movimiento y persistencia, pone de manifiesto una industria que resulta de la tensión y está operando al límite. Esta cuestión es importante, ya que suele ser ignorada tanto por la industria de las arenas bituminosas como por el gobierno canadiense. Demostrar que la resistencia a la expansión de las arenas de alquitrán no solo procede de los ecologistas, sino que es inherente al propio sistema de extracción, puede ayudarnos a construir un argumento más poderoso a favor de un futuro libre de estas industrias tan destructivas.
Tilly Cook
Tilly completó recientemente un Máster en Naturaleza, Sociedad y Gobernanza medioambiental en la Universidad de Oxford tras un Grado en Historia en University College London. Su investigación se interesa por la intersección de género y cambio climático, enfocándose en las geografías históricas. En la actualidad trabaja como organizadora comunitaria en Londres Oeste, llevando a cabo proyectos de educación medioambiental y mejorando los espacios verdes en viviendas sociales.