La política de la diáspora kurda en Birmingham
THOMAS CLAUGHTON | 15 DE DICIEMBRE 2019 | ROUTED Nº7 | TRADUCIDO DEL INGLÉS
Una cesta de granadas de Erbil, en el Kurdistán irakí.
Imagen de znrg nawroz en Unsplash.
La idea de una identidad de comunidad migrante ha provocado un debate complejo en los últimos años. Este debate ha estado casi siempre rodeado por dos palabras clave: diásporas y transnacionalismo. Estos dos conceptos han sido acusados de ser a la vez víctimas y contendientes de la estabilidad territorial y conceptual del Estado-nación. No obstante, en medio de este complejo panorama, pueden encontrarse algunas tendencias analíticas. La idealización de la tierra natal y el trauma de la expulsión de esta tierra pueden unir a una comunidad en el exilio. Al estudiar el caso de la diáspora kurda, vemos que ha surgido una identidad política movilizada, algo que han hecho posible los avances recientes en tecnologías de la comunicación. Acontecimientos dispersos en el tiempo y el espacio pueden acercarse, tendiendo hacia un fin político unificador: la creación de una patria. En ausencia de un territorio delimitado o de ciudadanía nacional, esta identidad comunitaria tiene un gran poder unificador.
Los orígenes del término “diáspora” tienen una raíz clásica, normalmente asociada con el éxodo de los judíos después de la destrucción del Segundo Templo en el año 70 de nuestra era. Estos traumáticos orígenes bíblicos han servido para caracterizar las diásporas por la dispersión involuntaria, la imposibilidad de retornar a la tierra de origen y el deseo compartido de hacerlo. Esto explica la aplicación posterior del término a las diásporas africanas y armenias. La categoría de “diáspora” se ha expandido mucho desde entonces. Esta tendencia llevó a Robin Cohen a describir una serie de “rasgos comunes” de las diásporas, que incluyen “la dispersión desde una tierra de origen, a menudo de forma traumática, hacia dos o más regiones extranjeras” y “una idealización del hogar ancestral putativo y un compromiso colectivo con su mantenimiento, recuperación, seguridad y prosperidad, e incluso su creación”.
En el caso de la diáspora kurda, estos dos rasgos son particularmente relevantes. Los traumas que han llevado al desplazamiento de los kurdos no son uniformes. Tomando el ejemplo de la comunidad kurda en Birmingham, muchos kurdos huyeron del régimen de Saddam Hussein en Irak; del bombardeo químico de Halabja en 1988; y de la represión de la cultura kurda por parte de Turquía, antes de asentarse en Birmingham. Esta comunidad en concreto se formó en un momento concreto y en un lugar concreto (Birmingham) debido a una serie de acontecimientos concretos. Otras comunidades kurdas en el exilio tendrán orígenes ligeramente diferentes. Sin embargo, los distintos acontecimientos traumáticos que causaron el desplazamiento de los kurdos han sido unificados.
Dadas las limitaciones de la libertad de expresión que sufren muchos kurdos en su lugar de origen, con frecuencia fue preferible para ellos expresar la discrepancia a distancia, en países que valoraban la libertad política. Esto es lo que ocurrió en América y Europa. A eso se añadió el aumento de las posibilidades de mantener la conexión entre país de origen y diáspora, lo que se tradujo en que “durante los años 90, los acontecimientos políticos en Turquía afectaron directamente las actividades de las organizaciones kurdas en Europa”. Esta identidad diaspórica no se construyó sobre un acontecimiento traumático, ni siquiera una dispersión. En vez de eso, una comunidad imaginada pudo cimentarse en la idealización de una patria imaginada, un ideal que sustentaría la identidad comunitaria a través de varias instancias traumáticas.
Tal identidad fue facilitada por algunos efectos de la globalización: las innovaciones tecnológicas asociadas a la comunicación de masas, la difusión de información e ideas y el mayor conocimiento de la situación en otros estados. En este sentido, el establecimiento de una identidad política kurda en el exilio ha sido posible gracias a la globalización. El marco teórico elaborado por Nick Van Hear y Robin Cohen resulta especialmente útil. Han analizado las relaciones diaspóricas a través de distintas “esferas de participación”: la esfera del hogar y de la familia extensa; la esfera de la comunidad conocida; y la comunidad imaginada. Las relaciones creadas dentro de la comunidad imaginada están basadas en conexiones internacionales. El aspecto de la globalización que ha creado una mayor comunicación telefónica internacional ha permitido así que estas conexiones se construyan y mantengan.
La innovación tecnológica que más recientemente ha tenido un impacto significativo en la comunidad imaginada kurda ha sido Internet. Sin embargo, la televisión también jugó un papel importante antes de eso. El canal de televisión MED-TV ofrecía noticias, series y programas musicales que con frecuencia mostraban gran simpatía hacia los kurdos y se emitían en kurdo, árabe e inglés, entre otras lenguas. Estos programas se retransmitían en Europa, el norte de África y Oriente Próximo, antes de que se retirase la licencia al canal en el Reino Unido y Francia en 1999 y 2004, respectivamente, por miedo a que el canal estuviese siendo utilizando como vocero del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Sin embargo, el canal tuvo un efecto considerable en la diáspora kurda. Un joven kurdo que vivía en Londres a finales de los años 90 lo explicó así: “La gente sentía vergüenza de identificarse como kurdos; algunos incluso negaban serlo. MED-TV cambió eso”.
El canal emitía en kurdo, una lengua que Turquía había intentado sistemáticamente eliminar en las regiones kurdas. Este fue un potente vehículo de unificación para la solidaridad kurda en todo el mundo. La movilización de sentimientos dispares de trauma y desplazamiento a través de una identidad comunitaria compartida fue muy poderosa. Aquí conviene recordar un estudio de David Romano:
“Las tecnologías modernas de comunicación facilitan la canalización y organización rápida de sentimientos populares de amargura para la movilización y la acción. La participación en protestas y el conocimiento de protestas similares llevadas a cabo en otros lugares del mundo por otros miembros del grupo [...] inculcan a su vez un mayor sentido de conciencia étnica e identidad étnica politizada”.
La comunicación a través de las redes sociales ha contribuido a catalizar “sentimientos populares de amargura”, movilizándolos en torno al ideal de una patria imaginada. En Birmingham, los signos de una identidad kurda local son claros. Si bajas caminando por Dudley Road, Soho Road o Rookery Road en Handsworth, los barberos, centros comunitarios y restaurantes kurdos son muy frecuentes. Estos son elementos nada sorprendentes cuando una comunidad se asienta en una zona. Sin embargo, junto a ellos ha cristalizado una identidad movilizada y politizada en plataformas digitales que lleva esta identidad más allá de las expresiones locales. Se puede crear solidaridad en el ciberespacio. Recientemente, se organizó una protesta en Birmingham contra Erdogan y la OTAN, y las protestas de Rise Up 4 Rojava se llevan a cabo con regularidad. Una identidad kurda local puede sentirse como parte de un cuerpo transnacional, más amplio.
Esta identidad acerca el trauma histórico y actual a través del tiempo y del espacio. Los acontecimientos que ocurren en territorios kurdos pasan a asociarse con el desplazamiento pasado y con la patria imaginada. Esta comunidad imaginada ha formado así una identidad transnacional compartida. Frente a la ausencia de marcadores de identidad nacional (como la existencia de un territorio autónomo y delimitado o de ciudadanía kurda), esta movilización ha supuesto un avance crucial en la política de la diáspora kurda.