Courtesy of the Center for Global Development.
El turismo es uno de los sectores de mayor crecimiento en el mundo.
El turismo genera más de 8 billones de dólares anuales y representa el 10% del PIB global, superando el ritmo de crecimiento económico global durante nueve años consecutivos. Abarca 330 million de empleos en todo el mundo (una de cada diez ocupaciones en la economía formal); por cada empleo creado directamente en el sector turístico, se crean aproximadamente otros 1,5 puestos de trabajo.
Sin embargo, los empleos del sector turístico son con frecuencia poco remunerados, poco considerados, estacionarios o temporales y en ubicaciones remotas, por lo que es difícil encontrar trabajadores locales interesados. Por tanto, el sector ha tenido que buscarlos en otra parte, atrayendo a migrantes tanto internos como internacionales. Por ejemplo, el 16% de los trabajadores del turismo en la Unión Europea y el 20% en Estados Unidos son de origen extranjero. En Australia, el sector turístico y de la hostelería es uno de los principales usuarios de visados de trabajo temporales.
Cómo ha impacto el COVID-19 al sector turístico y a los trabajadores migrantes
El sector turístico podría ser el más afectado por los confinamientos del COVID-19 y la subsecuente recesión económica. Se prevé que las llegadas de turistas caigan entre el 58% y el 80% en 2020 y conlleven la pérdida de más de 100 millones de puestos de trabajo, tres cuartas partes de estos en los países del G20. A finales de abril, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) predijo una pérdida de 2,7 billones de dólares en ingresos como consecuencia directa del confinamiento global. Hoteles, aerolíneas y compañías de cruceros se han visto ya arruinados. La Comisión Europea ha llamado a poner en marcha “un Plan Marshall para el turismo”. Pasarán meses antes de que se levanten las restricciones físicas y los turistas vuelvan a tener la capacidad financiera y logística para viajar. Sin una vacuna, estas restricciones podrían continuar, o solo levantarse parcialmente. Los expertos predicen que es sector podría tardar entre uno y cinco años en recuperarse.
Esta recesión ha afectado desproporcionadamente a los trabajadores migrantes internacionales del sector, especialmente aquellos que realizan tareas poco cualificadas en países de renta alta (que han sido, por ahora, los más golpeados por los impactos sanitarios y económicos del virus). Los trabajadores migrantes están siendo despedidos o suspendidos de su empleo en masa, se les reduce el salario o se les exige que pidan excedencias.
Esto no solo afecta a sus formas de sustento, sino también a los de sus familias en el lugar de origen. Se espera que las remesas desciendan un 20%, la caída más importante en la historia reciente.
Muchos trabajadores migrantes están atrapados en los lugares donde trabajan con pocos o ningún ingreso, sin poder acceder a sus lugares de trabajo y permaneciendo allí más allá de la duración de sus visados temporales. Aquellos que dependen de visados vinculados a los empleadores pueden haber perdido el derecho a residir en el país. Sin extensiones de los visados y con la relajación de las restricciones, muchas de estas personas podrían perder las protecciones que les garantizaba su puesto de trabajo.
Los migrantes irregulares carecen con frecuencia de seguro y pueden mostrarse reacios a buscar atención médica por miedo a que su estatus sea revelado a las autoridades. Muchos no pueden regresar a sus países de origen a causa de los cierres de fronteras. Si lo consiguen, algunos gobiernos han expresado sus temores de que los trabajadores migrantes retornados supongan una carga más para economías y sistemas de salud que ya experimentan dificultades.
Esta crisis ha agravado las precarias condiciones de trabajo que llevan mucho tiempo padeciendo buena parte de los trabajadores migrantes en el sector turístico. Problemas como las horas extras pagadas por debajo del salario mínimo, la falta de pagas extras, las condiciones de trabajo exigentes o la carencia de vacaciones pagadas son muy comunes.
Muchos trabajadores migrantes consiguen los empleos por medio de contratadores, algunos de los cuales prometen salarios exagerados, ofrecen descripciones de los empleos diferentes a las condiciones reales y cobran comisiones ilegales de contratación y otros costes. Abordar estas cuestiones es difícil, especialmente debido a las dinámicas de poder y a la complejidad de las cadenas de contratación a través de las fronteras. Quienes trabajan en el segmento formal del sector turístico pueden estar vinculados a un empleador específico, no saber cómo recurrir para obtener reparaciones, o estar preocupados por las posibles represalias como el despido o la deportación. Quienes trabajan en el segmento informal del sector turístico no suelen poder recurrir frente a los abusos a través de las vías convencionales. En ambos casos, los trabajadores no suelen poder acceder a un sindicado, y en ocasiones los empleadores o contratadores pueden haberles confiscado el pasaporte.
Si bien estos problemas afectan a muchos trabajadores migrantes de bajos ingresos en varios sectores, la naturaleza del trabajo en el sector turístico (horarios irregulares, ubicaciones remotas y exigencias abrumadoras, por nombrar algunas características) hace que estos problemas sean especialmente relevantes.
Recomendaciones para apoyar a los trabajadores migrantes, durante y después del COVID-19
El sector turístico podría tardar varios años en recuperarse completamente, una vez que hayan remitido los impactos sanitarios del COVID-19 y se hayan relajado las restricciones a los desplazamientos. A corto plazo, será imperativo que los gobiernos, la sociedad civil y los viajeros apoyen a los negocios del sector turístico y a los migrantes que trabajan en ellos. A largo plazo, será importante aprovechar esta oportunidad para reconsiderar las formas en que opera el sector turístico, tanto en términos de sostenibilidad medioambiental como en cuanto a las condiciones en las que trabaja su personal clave.
Por suerte, existen soluciones sostenibles y efectivas a corto y largo plazo. El COVID-19 ofrece una oportunidad para reconocer el papel de los trabajadores migrantes en el sector turístico (y en muchos otros) y para avanzar hacia un futuro en el que los trabajadores puedan contribuir plenamente. Proporcionando acceso a la sanidad y las redes de protección social a todos los migrantes, independientemente de su situación legal, o aumentando en el largo plazo el número de visados temporales y estacionales para trabajadores migrantes, trabajar en el sector turístico en el extranjero debería ser una opción segura y productiva.
La pandemia de COVID-19 y los cierres de fronteras y negocios derivados de esta han tenido un impacto devastador sobre el sector turístico. Sin embargo, esta es también una oportunidad para “reconstruir mejor”, proteger a las poblaciones migrantes y volver a poner en pie un sector tan crítico para la economía mundial.
Este es un resumen de un studio recientemente publicado por el Center for Global Development (CGD), ‘Migrant Workers in the Tourism Industry: How has COVID-19 Affected Them, and What Does the Future Hold?’. Para más información, incluidas nuestras recomendaciones políticas en detalle, visita:
Helen Dempster
Helen Dempster es directora adjunta y miembro sénior del área de divulgación política del Programa de Migraciones, Desplazamiento y Política Humanitaria del Center for Global Development. Antes de unirse a CGD, trabajó durante cinco años en comunicación de investigaciones en el Overseas Development Institute (ODI) y el International Growth Centre (IGC). Dempster tiene un MicroMasters en Datos, Economía y Políticas de Desarrollo de MIT, un máster en África y Desarrollo Internacional de la Universidad de Edimburgo, y licenciaturas en Derecho, Políticas Públicas y Relaciones Internacionales de la Universidad Victoria de Wellington, Nueva Zelanda.
Twitter: @helen_dempster
Cassandra Zimmer
Cassandra Zimmer es coordinadora de programas en el Programa de Migraciones, Desplazamiento y Política Humanitaria del CGD. Se graduó en Estudios Internacionales en la Universidad Americana en 2018. Antes de unirse a GCD, Zimmer trabajó como investigadora en el proyecto American Voices de la Universidad de Stanford. Anteriormente fue becaria en la Organización de Estados Americanos y el Diálogo Interamericano en Washington, DC.