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Sobre migración laboral y reproducción en tiempos de COVID-19

CATHERINE BRYAN  |  20 DE JUNIO 2020  |  TRADUCIDO DEL INGLÉS  |  ROUTED Nº10
(Max) Catherine Bryan Violet in Personal

Violet con un Equipo de Protección Personal.

Las académicas feministas llevan mucho tiempo utilizando el concepto de “reproducción social” para designar los procesos cotidianos y dinámicas estructurales necesarios para la continuidad de la sociedad, la economía y la vida. Refiriéndose a la procreación, la reproducción del trabajo y de los sistemas sociales y las prácticas de socialización y de satisfacción de necesidades humanas, bajo el capitalismo la reproducción social está estratégicamente infravalorada. En los últimos meses, ahora que el trabajo anteriormente “poco cualificado” ha sido reclasificado como esencial, la relación desigual entre el capitalismo y estas formas de trabajo consideradas secundarias ha quedado al descubierto. Esta reclasificación, mayormente retórica, no ha ido acompañada de una mejora del estatus o de las condiciones. Donde esto resulta más evidente es en los centros de asistencia prolongada, donde quienes necesitan cuidados y quienes los proporcionan son especialmente vulnerables al contagio del coronavirus, la enfermedad y la muerte. Al mismo tiempo, obligados a trabajar en lugares abarrotados y poco seguros o interactuar con el público, los trabajadores agrícolas y de los servicios se encuentran en una situación de riesgo agravada.

Los migrantes son trabajadores reproductivos esentiales, centrales en los sectores agrícola, de los cuidados y de los servicios. Aún así, anclados en la división sexual del trabajo bajo el capitalismo, y las violencias del colonialismo y del imperialismo neoliberal, se les precariza sistemáticamente. En Canadá, esto se ve potenciado por el marco regulatorio a través del que se gobierna el trabajo migrante. El Programa de Trabajadores Extranjeros Temporales (Temporary Foreign Worker Program  o TFWP) establece desde hace décadas los criterios para la contratación de trabajadores y determina sus condiciones de trabajo. De especial importancia, el Programa vincula los trabajadores a los empleadores al vincular residencia y empleo. Dadas las disparidades sociales y económicas que impulsan la migración laboral, el estatus jurídico temporal agrava la situación de vulnerabilidad del trabajador frente a una variedad de abusos, incluidos el robo de salarios y prácticas de alquiler abusivas. De esta manera, la amenaza de la deportación inserta en el TFWP aumenta la rentabilidad del trabajo al proporcionar nuevas oportunidades para la explotación. En los casos de los trabajadores migrantes en la agricultura, los cuidados y los servcios, esto se ve exacerbado por la precondición devaluada de su trabajo.

Violet era una de los 72 trabajadores filipinos contratados por un hotel rural de Manitoba entre 2009 y 2014. Trabajadora del sector servicios, su trabajo asalariado asumía una serie de cualidades reproductivas. En un reflejo de la prolongada historia de la migración en Filipinas, la madre de Violet era empleada doméstica en Hong Kong. Cuando se jubiló, Violet pasó a ser el sostén de la familia. Enviando a casa sus sueldos primero desde Corea y luego desde Canadá, Violet garantizó la supervivencia de su familia, reformó su casa y contribuyó a la educación de sus hermanos. Cuando trabajaba en el hotel, Violet satisfacía las necesidades reproductivas cotidianas de los huéspedes preparando y sirviendo comida en el restaurante. Facilitado por el TFWP, su trabajo añadía valor al hotel, y simultáneamente aseguraba la viabilidad de la economía rural de la región. Sin embargo, en una excepción notable de la casi ubicua explotación del trabajo migrante, muchos de los trabajadores del hotel acabaron consiguiendo la residencia permanente a través del Programa de Nominados Provinciales de Manitoba (Manitoba's Provincial Nominee Program, MPNP). 

Ilustrativo del enfoque descentralizado de la inmigración de Canadá, el MPNP es uno de once programas subnacionales destinados a compensar las necesidades demográficas y económicas concretas a nivel provincial y territorial. Como su estatus legal ya no está ligado al empleo en el hotel, muchos de estos trabajadores buscaron nuevos empleos. Aún así, la mayoría permanecieron vinculados a la hostelería, mientras que otros pasaron al trabajo del cuidado doméstico o institucional. Su trayectoria refleja la estratificación racial del mercado laboral canadiense, que hace que grupos específicos estén concentrados en la producción y abastecimiento de alimentos, los servicios y la hostelería, y el sector de los cuidados. Incluso tras haber resuelto la amenaza de la deportación, los migrantes racializados siguen estando en la primera línea del trabajo reproductivo. En la crisis actual, los trabajadores migrantes e inmigrantes, independientemente de su estatus, continúan cargando con el peso de sistemas sin recursos suficientes. Conforme aumenta el peso de esta carga, los múltiples riesgos asociados al COVID-19 recaen sobre los trabajadores. Siguiendo los circuitos transnacionales de parentesco, cuidado mutuo y obligaciones familiares, estos riesgos son después redistribuidos a escala global a las comunidades de origen y a los parientes no migrantes. Antes de la pandemia, tomando un café, Violet me dio la siguiente perspectiva sobre su trabajo en el hotel: “Un sándwich”, me dijo, “nunca es solo un sándwich”. Lo que ocurre aquí, en otras palabras, no importa lo pequeño que sea, tiene implicaciones allá.

Siguiendo este patrón, después de cuatro años en el hotel, Violet se hizo cuidadora doméstica, llegando a volver a estudiar para ser enfermera practicante profesional. Como enfermera en el contexto del COVID-19, el trabajo reproductivo localizado de Violet ha tomado un nuevo carácter de urgencia. Al mismo tiempo, con sus padres mayores obligados a quedarse en casa y sus hermanos despedidos de sus trabajos, el compromiso de Violet con su familia en Filipinas se ha intensificado, como lo han hecho las ansiedades e incertidumbres que acompañan la vida familiar transnacional. A pesar de su educación superior, la naturaleza reproductiva de su trabajo y su valor nominal conforme a las lógicas de la economía política capitalista continúan limitando su capacidad de satisfacer sus propias necesidades en Canadá y las de sus parientes no migrantes en Filipinas. Aún así, lo consigue, trabajando al servicio de seres queridos, de desconocidos y de un sistema que genera y que depende de su precariedad. En efecto, aunque Violet tiene permiso de residencia en Canadá, sigue sujeta a las vulnerabilidades endémicas a tantos escenarios de la migración laboral – que se han visto agravadas por la pandemia, a pesar del reconocimiento creciente de la necesidad de su trabajo.

Como muchos otros, Violet lleva mucho tiempo apoyando la reproducción social del parentesco, la comunidad, la sociedad, la economía y la vida humana a corto y largo plazo. La separación discursiva y material entre los fines vitales reproductivos y los considerados productivos ha creado un sistema hostil a la existencia humana. El COVID-19 ha demostrado esto, poniendo de relieve el carácter dual de la reproducción social bajo el capitalismo: esencial para la supervivencia, el trabajo de reproducción social está infravalorado.

Que este trabajo sea percibido como inmaterial, sin embargo, representa más un golpe de mano ideológico que una verdad. La degradación de cocinar, limpiar y cuidar invisibiliza la necesidad de la reproducción social, mientras que su feminización racionaliza el estatus inferior y las condiciones precarias asociadas a ella. Complicada por las desigualdades sistémicas en cuanto a clase, raza y ciudadanía, la devaluación de la reproducción refuerza las relaciones sociales y las jerarquías de las que depende el capitalismo. Sin embargo, sin los recursos suficientes, el coste de la reproducción queda eficazmente desviado del capital y absorbido por aquellos a quienes se responsabiliza de su ejecución: las mujeres, con frecuencia racializadas, y los migrantes.

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Catherine Bryan

Catherine Bryan es antropóloga y estudia las migraciones, la reproducción social y la economía política. Su trabajo actual se centra en el procesamiento de productos agrícolas y pescado en Nueva Escocia, y los encuentros entre trabajadores migrantes y locales. Es profesora asistente en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Dalhousie en Halifax, Nueva Escocia, donde enseña política social, teoría crítica y métodos de investigación. 

https://www.dal.ca/faculty/health/socialwork/faculty-staff/our-faculty/catherine-bryan.html

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