El 15 de abril de 2020, 146 trabajadores temporales mexicanos aterrizaron en Vancouver, Columbia Británica. Estos trabajadores agrícolas estacionales fueron recibidos por un panorama inusitado: un aeropuerto casi vacío, mascarillas, medidas de distanciamiento social y una cuarentena obligatoria de dos semanas en un hotel local a gastos pagados, antes de ir a trabajar a las granjas asignadas. Al principio de la primavera, el gobierno canadiense declaró que estos y otros trabajadores temporales extranjeros esenciales para la economía canadiense en todo el país, permitiéndoles cruzar fronteras en medio de la pandemia de COVID-19. Cientos de trabajadores agrícolas estacionales más han llegado a Vancouver este año.
Durante la pandemia de COVID-19, en Canadá (como en otros lugares del mundo), los trabajadores “esenciales” han sido reconocidos y aplaudidos como el sector de la economía que mantiene las cadenas de suministro en movimiento y funcionando con fluidez: los trabajadores sanitarios, pero también los empleados de los supermercados, los trabajadores de las pequeñas tiendas de alimentos, y los que proveen servicios. Sin embargo, no todo el mundo recibe el mismo reconocimiento: en la muy segmentada economía canadiense, quienes están en los peldaños más bajos de la escala socioeconómica han proporcionado el trabajo invisible necesario para mantener las cadenas de suministros, y traer comida a las mesas de la población canadiense.
Los trabajadores agrícolas mexicanos llevan mucho tiempo asociados con la migración a Norteamérica. Miles de estos trabajadores han estado viajando regularmente a Canadá desde 1974, como parte del Programa de Trabajadores Extranjeros Temporales (TFWP). Las manzanas, arándanos y otras frutas y verduras que son alimentos básicos en las mesas canadienses solo son posibles gracias a los trabajadores que cruzan las fronteras todos los años para trabajar en granjas, ganando salarios mínimos, desde la época de la siembra al principio de la primavera hasta el final de la cosecha, enviando remesas a sus comunidades en México. El año pasado, los trabajadores temporales cubrieron más de 50.000 trabajos agrícolas y ganaderos; pero este año, la pandemia ha hecho que la movilidad sea mucho más difícil, arriesgada y regulada.
Estos trabajadores, conocidos como “petateros” (por las iniciales en español del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales o PTAT), se han quejado en ocasiones del trato injusto, la discriminación y la falta de flexibilidad de los contratos que los vinculan a granjas concretas durante la duración de su estancia en Canadá. Una vez llegados a Canadá, quedan vinculados a un contrato con sus empleadores, que les proporcionan una vivienda básica (normalmente en condiciones de hacinamiento), pero en función de cada provincia, nada más (como, por ejemplo, comida). En Columbia Británica, los empleadores no están obligados a proporcionar a sus trabajadores comida o alimentos básicos. Los trabajadores también tienen que pagarse los billetes de avión.
Incluso antes de la pandemia de COVID-19, los trabajadores temporales han realizado un trabajo esencial en el sector agrario. La mano de obra local no siempre está disponible, o no es tan rentable como el trabajo migrante temporal. Con el estado actual de las cosas, se han planteado algunas preguntas: ¿estarían los ciudadanos canadienses dispuestos a realizar el duro trabajo agrícola? ¿Estarían las personas desempleadas dispuestas y capacitadas para cosechar los alimentos que tienen que llegar a las mesas canadienses? Una cuestión a sopesar para los desempleados que han solicitado las prestaciones temporales por COVID-19 (CERB). Incluso los estudiantes, que han estado mayormente desempleados este verano debido al deterioro de la economía por el COVID-19, no se consideran una opción realista, ya que las clases volverán en septiembre, mucho antes de que termine la época de la cosecha. Además, es poco probable que los estudiantes estuviesen motivados para aceptar trabajos agrícolas o ganaderos, ya que el gobierno ha contemplado poner en marcha ayudas federales para los estudiantes en compensación por la pérdida prevista de empleos de verano.
Debido a las restricciones a los viajes derivadas de la pandemia de COVID-19, algunas granjas canadienses no han podido encontrar los tan necesarios trabajadores a tiempo para la estación, desde la siembra hasta la cosecha. Las poblaciones activas locales no suelen tener las habilidades necesarias ni estar dispuestos a trabajar en condiciones duras, ni se les puede formar en tan poco tiempo. En la provincia de Quebec, en contraste, los trabajadores temporales han sido reconocidos como mano de obra eficiente y cualificada. Los granjeros se han quedado solos, y algunos se preocupan por las cosechas conforme avanza el verano. Los anuncios en redes sociales buscando ayuda para recoger fruta son frecuentes.
Columbia Británica, una provincia cuyo sector agrario es muy dependiente de algunos productos agrícolas específicos, ha sido afortunado de permitir la llegada de los trabajadores estacionales —los petateros— a tiempo este año. En el pasado, los trabajadores mexicanos han supuesto el 51% de los trabajadores temporales (seguidos de los guatemaltecos y los jamaicanos). El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, actualmente en proceso de revisión) ha dado algunas ventajas tanto a los gobiernos emisores como a los receptores. Aun así, la realidad es que el Programa de Trabajadores Agrícolas Estacionales (SAWP) de Canadá deja poco margen a los trabajadores para moverse una vez que llegan a Canadá. Los trabajadores temporales —sobre todo hombres, preferiblemente casados y con personas económicamente dependientes a su cargo— no pueden solicitar la residencia permanente en el país. Son bienvenidos para trabajar, pero con la condición de que no se queden. Los trabajadores han señalado que quedan relegados a un mercado laboral de segunda: pagan impuestos y contribuyen a un sistema del que no se benefician y al que no pueden aspirar a pertenecer. Estas condiciones no han cambiado con la pandemia.
Después de la entrada de los trabajadores temporales, y a pesar de las medidas preventivas para luchar contra la expansión del virus (como la cuarentena de dos semanas), se han confirmado casos de COVID-19 en granjas en Columbia Británica y otras partes de Canadá. En Kelowna, Columbia Británica, una region conocida por sus cosechas estacionales de 15.000 acres de cerezas, manzanas, peras, melocotones, nectarinas, albaricoques y ciruelas, una granja tuvo 14 casos de COVID-19 entre sus trabajadores (después se confirmaría que el brote llegaría a los 23 casos).
Esto ocurrió a pesar de las medidas de distanciamiento social que las granjas han sido obligadas a adoptar frente al riesgo del virus: proporcionar viviendas limpias y desinfectadas y puntos para lavarse las manos y permitir a los trabajadores hacer una cuarentena al llegar. Las comunidades locales y las organizaciones sin ánimo de lucro hicieron esfuerzos para alimentar a los trabajadores enfermos mientras pasaban la cuarentena, mientras que sigue sin obligarse a las granjas empleadoras en Columbia Británica a proporcionar comida a los trabajadores temporales, ni a pagar por ella. En otros lugares del país, se han dado también brotes de COVID-19 en granjas, llegando a haber cientos de casos. Oficialmente, los medios informaron de la muerte de un tercer trabajador mexicano el pasado mes de junio.
La situación ha suscitado la reclamación de medidas de protección para los trabajadores temporales vulnerables: mejores condiciones de vivienda, un entorno de trabajo más seguro, y la posibilidad de poder defender más los derechos de los trabajadores. Aunque los trabajadores temporales no tienen prohibido sindicarse, no pueden hacer cambios a sus programas ni a sus contratos, como cambiar de empleador si consideran que sus condiciones no son seguras o satisfactorias. Además, a menudo se intenta disuadir a los trabajadores agrícolas temporales de afiliarse a un sindicato, una cuestión que ha sido objeto de controversia entre varios actores nacionales e internacionales. No obstante, hay esperanzas de que el estatus esencial de estos trabajadores empiece a estar reconocido. El embajador mexicano en Ottawa declaró que el suministro de trabajadores temporales podría interrumpirse si no se toman medidas de protección. Otras organizaciones de trabajadores han reclamado más protección frente al virus, llamando la atención sobre la precaria situación de los miles de trabajadores en las granjas.
Indudablemente, la pandemia de COVID-19 plantea desafíos singulares a la movilización de los trabajadores a través de las fronteras. También visibiliza los desafíos y los patrones de desigualdad y vulnerabilidad del mercado de trabajo canadiense. Ha llegado el momento de tener un debate más profundo sobre estas cuestiones.
Una version anterior de este artículo apareció en Routed Magazine el 20 de junio de 2020.
Veronica Alfaro
La Dra. Alfaro es profesora de Sociología del Trabajo en Columbia College, en Vancouver, Columbia Británica. Ella misma es inmigrante, y estudia la intersección del trabajo, la etnicidad y las experiencias diversas de las personas que se mueven a través de las fronteras.