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Frode Frosk en España: Una historia de familia, memoria y migración

MAGDA DEHLI MORDT & MAGDA RODRÍGUEZ DEHLI  |  15 DE AGOSTO 2020 |  ROUTED Nº11
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El viejo Mads Mus y Frode Frosk a punto de cruzar la aurora boreal.

Kosteskaft! Vi skal til nissen med hostesaft!

 

¡Escoba voladora, llévanos con el jarabe al otro lado de la aurora!

Frode Frosk kommer til hjelp es un libro para niños escrito e ilustrado por CAM (pseudónimo de Barbara Mary Campbell), traducido al noruego por Zinken Hopp y publicado en Noruega en 1954 por John Griegs Forlag. Cuenta la aventura de una Navidad en la que el Viejo Mads Mus y su amigo Frode Frosk cruzaron la Aurora Boreal en escoba voladora para llevar una medicina mágica al Papá Noel enfermo y salvar así la fiesta para todos los animalitos del bosque. Es una historia entrañable y positiva, que transmite la importancia de la generosidad y la solidaridad —valores tan relevantes hoy como hace sesenta años.

 

Cada vez que miro este viejo libro de Navidad, desgastado por las esquinas y por el paso del tiempo y disfrutado por dos generaciones de niños, me vienen a la cabeza mi infancia y la infancia de mis hijos. Fue un regalo de Navidad que me envió mi abuela desde Noruega cuando yo era muy pequeña. Mis padres eran emigrantes noruegos, que habían llegado a España dos décadas antes. Mis padres, mis hermanos y yo vivíamos entonces en Salinas, un pequeño pueblo costero del norte de España. En casa hablábamos noruego, y leíamos los libros que nos enviaba la familia desde Noruega. Frode Frosk era uno de mis favoritos, y años más tarde seguí leyéndoselo a mis hijos todas las Navidades. Como mis hijos no han conservado el idioma, yo les leía el cuento mezclando el noruego y el español, y ellos acabaron aprendiendo partes del texto de memoria. Ahora ellos ya son adultos, pero aún mantenemos la tradición cada Nochebuena.

* * *

 

Los recuerdos, sean ideas u objetos, son el resultado de procesos de selección a través del tiempo sobre los que no siempre tenemos capacidad de control. Unos objetos se pierden, otros recuerdos se olvidan; en algunos casos elegimos activamente con qué retazos del pasado quedarnos, y en otros es la propia vida (las migraciones, las mudanzas y otros cambios) la que hace que algunos recuerdos vuelvan flotando a la orilla y a otros se los lleve la marea. En este proceso, la combinación de azar y voluntad otorga un significado nuevo a los recuerdos que permanecen, que pasan a convertirse en símbolos, evocando otros tiempos, lugares, identidades y relaciones, más allá de su función original. Así, Frode Frosk, uno de los escasos libros que conservamos de la infancia de mi madre, no es solo un cuento; es también el recuerdo de su niñez y de la de sus hijos, y de la conexión con la familia a través de las fronteras.

Pero, en nuestra familia, Frode Frosk no pertenece únicamente al ámbito estático de los recuerdos, alojados en el pasado, sino a la dinámica de las tradiciones, que se proyectan en el presente y hacia el futuro. Desde la perspectiva antropológica, las tradiciones —antiguas y modernas— se definen como prácticas ritualizadas, cuyas formas y significados son compartidos por un grupo de personas, que construyen una continuidad a través del tiempo para reforzar unos valores, comportamientos o sentidos de identidad y pertenencia. Indudablemente, leer Frode Frosk el día de Navidad es para nosotros una tradición familiar, una forma de celebrar la Navidad que es singularmente nuestra. Por otro lado, nos sitúa en relación con una comunidad cultural más amplia, a través de la lengua, de la celebración de una fiesta central en la cultura escandinava, y de la propia historia de migración del objeto que sirve como puente. Además, la Navidad también ofrece la oportunidad de reforzar los lazos con familiares y amigos en otros lugares del mundo, a través de la comunicación (por carta o por teléfono) y del intercambio de regalos enviados desde lejos.

 

Sin embargo, la relación que Frode Frosk nos permite entablar con la comunidad cultural noruega no deja de ser profundamente personal y en buena medida de sentido único. Frode Frosk es un libro británico, originalmente titulado Bill Frog to the Rescue. La edición de 1954 fue probablemente corta y hoy es prácticamente imposible encontrar ejemplares a la venta. No forma parte del folklore nórdico, como las historias de Askeladden, ni constituyó un hito cultural en Escandinavia. Con seguridad, muy pocos niños noruegos leyeron Frode Frosk en los años 50 y 60, y aún menos adultos se acordarán hoy de haberlo leído. Algo que para nosotros es un símbolo de identidad noruega y de conexión con el lugar de origen familiar no sería reconocible para un miembro cualquiera de la comunidad cultural a la que interpelamos.

 

Entonces, ¿cómo ha adquirido este cuento un lugar tan central para la identidad de la familia Dehli en España? Aquí hay que tener en cuenta el contexto migratorio que rodea al libro. Noruega fue entre 1820 y 1940 un país de emigración masiva: aproximadamente 1 millón de noruegos se marcharon de un país que en 1940 no tenía más que 3 millones de habitantes. El 90% se instalaron en EE.UU., mientras que el número de personas residentes en otros países, como fue el caso de España, era relativamente reducido. Esto se tradujo en la aparición de una cultura de migración compartida por muchas familias, pero que en lugares como España no se vio reflejada en el desarrollo de una comunidad inmigrante densa que permitiese la continuidad de los lazos de solidaridad iniciales a lo largo del tiempo. En 1954 había 216 residentes noruegos en España, de acuerdo con las estadísticas oficiales españolas; más allá de las grandes ciudades, el contacto con personas noruegas fuera de la unidad familiar era altamente improbable. Por tanto, la transmisión cultural dependía enteramente del núcleo familiar y de las redes transnacionales de familiares y amigos; y, en el caso de los objetos, del servicio de correos y del transporte marítimo.

 

Las tradiciones nacionales, como observó el historiador Eric Hobsbawm, son en gran parte una invención sociopolítica del siglo XIX. Para consolidar sus nuevos relatos e ideologías nacionales y justificar el origen ancestral de las naciones, los Estados-nación interpelan a la memoria de determinados acontecimientos pasados y determinadas expresiones culturales. La invención de tradiciones a gran escala no está en manos de una familia migrante como la nuestra; pero sí la fabricación artesanal. Echando mano de los mimbres disponibles (los cuentos, las historias orales, las recetas antiguas), las familias migrantes como la nuestra reconstruimos nuestras tradiciones y reimaginamos nuestras conexiones culturales a través (y a pesar) de las fronteras.

La memoria (esto es, la construcción y reconstrucción de identidades a través del recuerdo, según la definición de los investigadores J. Olaf Kleist e Irial Glynn) es un fenómeno a la vez individual y colectivo, que teje un referente común a partir de una diversidad de perspectivas y experiencias y de un aprendizaje coordinado. El pasado, como afirma el título del clásico de David Lowenthal, es un país extranjero; es un territorio más allá de las fronteras del mundo actual, en el que nos adentramos y al que recurrimos para cimentar y entender nuestro presente. Recordando elementos del pasado y reviviéndolo a través de tradiciones heredadas o de nuevo cuño, somos capaces de imaginarnos a nosotros mismos como miembros de una comunidad, sean o no los demás conscientes de lo que ocurre en sus márgenes. En el caso de nuestra familia, esto se traduce en reclamar nuestra condición de miembros de la comunidad noruega a través del mundo de los cuentos.

 

Este recorrido sinuoso entre objetos, recuerdos, tradiciones e identidad pone de relieve la complejidad de los procesos de transmisión y conservación de las memorias nacionales entre personas emigradas. En ellos intervienen muchos factores: el contexto de las sociedades receptoras, la intensidad de los lazos con el lugar de origen y con otros emigrados, la conservación del idioma, la (in)existencia de instituciones culturales, y el paso del tiempo, entre otros. Como consecuencia, unas tradiciones se adaptan y surgen otras nuevas, que pueden seguir caminos paralelos o divergentes respecto a la evolución cultural de los lugares de origen y las comunidades culturales de referencia. Además, los emigrados no constituyen un colectivo social ni culturalmente homogéneo, y estas diferencias quedan también de manifiesto a la hora de recordar. La cultura emigrada es una cultura polimorfa, circunstancial y poco estructurada, guiada más por una idea amplia de identidad y pertenencia que por la adhesión a manifestaciones materiales concretas. Construir identidad y pertenencia a partir de la aventura de un ratón y una rana al rescate de la Navidad puede parecer un caso extremo, pero no impensable, para ilustrar cómo funciona la memoria emigrada, noventa años y tres generaciones desde el primer viaje de los Dehli de Noruega a España.

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Magda Dehli Mordt

Magda Dehli Mordt nació en una familia noruega de emigrantes en España y creció a caballo entre dos lenguas y dos culturas. Es filóloga y aficionada a los libros y a la lectura.

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Magda Rodríguez Dehli

Magda nació y creció en España y obtuvo un Grado en Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y un Máster en Estudios Migratorios en la Universidad de Oxford. En la actualidad está preparando las oposiciones de ingreso a la función pública. Magda es editora de Routed Magazine.

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