Negarse a ser refugiados: Las comunidades de las islas del Pacífico que eligen quedarse
XUYEN NGUYEN | 15 DE JUNIO 2019 | ROUTED Nº4 | TRADUCIDO DEL INGLÉS
Frente a la amenaza de los niveles del mar cada vez más elevados, los líderes de las islas del Pacífico deciden atacar las causas profundas de la crisis climática, dejando claro que migrar es la última opción. Imagen de Patjosse en Pixabay.
En 2017, Nueva Zelanda acaparó los titulares internacionales al proponer una categoría especial de visado para refugiados climáticos. Con el objetivo de ayudar a las vecinas islas del Pacífico, esta medida fue el primer plan de la historia para aquellos desplazados por el hundimiento de naciones enteras.
Las personas que viven en las islas del Pacífico de poca altitud están entre las más amenazadas por la elevación del nivel del mar, con algunas áreas que experimentan un aumento cuatro veces mayor que la media global. El punto más alto de Tuvalu está a menos de cinco metros por encima del nivel del mar. Esta pequeña parte del mundo está en peligro de anegarse, y la región ha declarado que el cambio climático supone “la mayor amenaza para los medios de vida, la seguridad y el bienestar de los pueblos del Pacífico”.
Enfrentados a esta realidad, los habitantes de lugares como Fiji, Kiribati y Tuvalu están haciendo todo lo posible para permanecer en sus islas. A diferencia de otros casos de desplazamiento forzoso, hay tiempo para actuar, si bien es limitado. Y, en una inversión del discurso dominante sobre migrantes que invaden otros países, la propuesta sobre refugiados climáticos fue finalmente rechazada por las propias islas, que informaron a Nueva Zelanda de que deseaban “permanecer en sus hogares y sus tierras natales”.
En esta frase queda implícito lo que está en juego para la comunidad de las islas del Pacífico al luchar contra la crisis climática y lo que se pierde cuando una persona pasa a ser refugiada: la fragmentación de las identidades culturales, sociales y personales ligadas a sus hogares.
Esta pérdida puede verse ya en Fiji, donde pueblos enteros están siendo forzados a trasladarse a tierras más altas. En Narikoso, un pueblo en la cuarta isla más grande de Fiji, el agua del mar está entrando en siete de las casas asentadas en la zona roja, las áreas en riesgo de desaparecer en una década. Uno de los habitantes locales, Kelepi Saukitoga, describió el fenómeno como un “visitante no deseado que se aprovecha de nuestra comida, nuestras casas y nuestra agua” en su discurso en la Cumbre Mundial de Acción Climática del año pasado en San Francisco.
Narikoso está ahora esperando a ser trasladado a tierras más altas, una decisión tomada por cuestión de supervivencia. El desplazamiento interno ha sido profundamente traumático para muchos en Fiji. “La decisión de trasladar a una comunidad de Fiji puede parecer sencilla, pero abandonar tu casa no es una decisión de negocios fría y calculada. Para los afectados, es una profunda pérdida emocional”, dijo el primer ministro de Fiji, Frank Bainimarama.
Para Saukitoga y sus paisanos, abandonar el hogar significa más que perder una propiedad. Saukitoga creció en la misma casa donde antes que él lo hicieran sus abuelos y los padres de estos. Durante cuatro generaciones, su familia había mantenido el mismo ritmo de vida, empezando donde lo dejaban los ancestros. Marcharse de su casa conllevaría romper esta conexión crítica con el pasado, y con los futuros que se construyen a partir de él.
“Será un día triste (cuando) me marche de la casa donde crecí, (donde) nacieron mis hijos… me quitarán los recuerdos de mi madre y de mi padre”, se lamentó Saukitoga.
El desplazamiento forzoso implica la ruptura del pasado, el presente y el futuro. Perder la casa propia es fragmentar el ritmo ininterrumpido de celebraciones, nacimientos y muertes, recuerdos que viven y respiran con las personas que habitan en el interior. Así, perder la casa o la tierra natal obliga a una persona a construir un futuro a partir de la destrucción de lo antiguo.
Es este desgarro de la identidad a lo que se oponen muchos en el Pacífico. En Tuvalu, el futuro de su cultura está en el centro de la decisión de migrar. “La mayor parte de las generaciones mayores no quiere moverse dado que creen que perderán su identidad, su cultura, su estilo de vida y sus tradiciones. Pero creo que las generaciones más jóvenes tienen la intención de migrar por el bien de las generaciones futuras”, afirmó Nikotemo Iona, miembro del Departamento de Meteorología del país.
Mientras los individuos reflexionan sobre sus futuros, los líderes de las islas del Pacífico han dejado claro que migrar es la última opción. En 2008, los líderes del Pacífico apoyaron la Declaración de Niue, que subraya “la importancia de conservar la identidad social y cultural del Pacífico, y el deseo de los pueblos del Pacífico de continuar viviendo en sus propios países, cuando sea posible.
El primer ministro de Tuvalu, Enele Sopoaga, ha sostenido que hacer planes para un desplazamiento forzoso es resolver un síntoma más que una causa profunda. “Estoy muy preocupado por este enfoque derrotista que sugiere que las personas de países de baja altitud en riesgo podrían ser trasladadas. Porque no logra comprender las implicaciones de la cuestión para el mundo entero”, dijo Sopoaga a The Guardian.
Su argumento se refiere a un rasgo de la crisis en las islas del Pacífico: la oportunidad de anticiparse al desplazamiento reconociendo que lo que está ocurriendo en el Pacífico es un problema global, y por tanto requiere una solución global.
De la misma manera que una serie de acciones, comportamientos y decisiones cortoplacistas en todo el mundo han culminado en la crisis climática, las soluciones requerirán que la comunidad global trabaje junta para abordar lo que ha creado.
Xuyen Nguyen
Xuyen Nguyen es una escritora vietnamita-americana, situada en Beijing. Su trabajo personal se centra en historias relacionadas con la migración, los refugiados y la psicología del trauma. Ha escrito sobre su propia experiencia como refugiada en New Naratif.