Fotografía de Mitul Grover en Unsplash.
Contexto: Las “aguas turbulentas” del mundo actual
Mientras el COVID-19 sigue extendiéndose por el mundo y sigue aumentando el número de víctimas, los gobiernos de los países han puesto en marcha medidas de contención para frenar la expansión del virus en sus territorios. El virus no respeta a ninguna persona ni clase social, como tampoco lo hacen estas políticas; ambos afectan a jóvenes y mayores, ricos y pobres, pero agravan la vulnerabilidad de estos últimos. Los confinamientos y la distancia social tienen efectos incalculables sobre los niños de la calle que no pueden permitirse el coste de la inmovilidad forzosa, ya que su sustento depende de la benevolencia de las actividades informales de la calle. Este artículo analiza las dificultades de estos niños, que dependen de las actividades económicas callejeras del día a día para sostenerse; explorando cómo la inmovilidad forzosa en respuesta al COVID-19 aumenta la vulnerabilidad de los ya vulnerables niños de la calle en Ibadán, en el estado de Oyo, Nigeria.
Los niños de la calle: ¿Quiénes son?
Empecemos por conceptualizar el fenómeno de los “niños de la calle” en el contexto de este artículo. Siguiendo la investigación realizada por la Dra. Aluko y por mí sobre los niños de la calle, entendemos que los “niños de la calle” son un fenómeno con muchas facetas que puede dividirse al menos en tres categorías distintas. Son: “niños en la calle”, “niños en riesgo” y “niños de la calle”. Los primeros son los niños que trabajan (y juegan) en la calle, para contribuir a los ingresos de su hogar, pero cada noche regresan al calor y a la protección de sus familias. Los segundos son los niños que existen en espacios urbanos y están expuestos a las torturas de la pobreza, y sobre todo participan en vicios sociales como parte de una cultura normativa. Finalmente, los terceros, de los que se ocupa este artículo, son los niños que viven y trabajan en la calle, cuyo único sentido de familia procede de sus relaciones con las otras dos categorías de niños mencionadas arriba. Sus historias personales revelan que suelen ser huérfanos, niños que escaparon de sus casas o niños abandonados, que con frecuencia no conocen a sus familias y/o las ven negativamente.
Una vez aclarado quiénes son los niños de la calle y en qué contexto empleamos el término en este artículo, trataremos las dificultades de los niños de la calle en Ibadán durante el confinamiento del COVID-19.
“Un sufrimiento tras otro”
Vivir como un niño de la calle es ya una situación de miseria, pero las dificultades añadidas del COVID-19 traen aún mayores infortunios. En un día normal, los niños de la calle se buscan la vida pidiendo limosna y realizando distintos trabajos de baja categoría, como tareas domésticas en distintas casas, limpiar y tirar basura, acarrear el equipaje de otros en los mercados y buscar pedazos de metal en la calle para vendérselos a mecánicos o a cualquiera que necesite estos materiales. Por desgracia para estos niños, sus actividades económicas se han visto forzadas a detenerse como resultado del confinamiento y de las políticas de distanciamiento social. Estas medidas de precaución han obligado a estos niños a quedarse en casa, debajo del puente de Mokola. Sin embargo, sus estrategias de supervivencia requieren moverse de un lugar a otro. Podemos imaginar, pero no llegar a comprender la angustia prolongada que estos niños tienen que sufrir como resultado del coronavirus. Ayodele, un chico huérfano de 14 años, refleja sucintamente las dificultades de los niños de la calle con estas palabras:
“Estoy acostumbrado a sufrir, pero nunca había vivido nada como esto antes. Un sufrimiento tras otro, señor. La gente ya no viene a darnos comida, y no conseguimos trabajos porque la gente no quiere tener contacto con nosotros. Cuando nos acercamos a ellos para ayudarles con el equipaje a cambio de dinero, nos gritan que no nos acerquemos y no les toquemos”.
El testimonio de Ayodele revela que las medidas de protección que toma la gente para protegerse del coronavirus han agravado aún más la pobreza de los niños de la calle. Las acciones inocentes de estas personas han hecho que estos niños sean víctimas del virus.
Crisis sobre crisis
Normalmente expuestos a condiciones ambientales insalubres que ponen en riesgo su salud, el coronavirus ha aumentado la vulnerabilidad de estos niños. Algunos de ellos utilizan mascarillas que encuentran en la carretera, aunque muchos de ellos no tienen mascarillas. No obstante, estos niños se encuentran e interactúan con distintas personas, incluidos otros niños de la calle, que son tan vulnerables como ellos, transitando cada día sin protección. Sin embargo, comparten el mismo suelo para dormir por las noches, sin mantener la distancia social. Las actividades de estos niños no solo ponen en riesgo su propia salud, sino también la de otros miembros de la sociedad. El relato de Kayode, un chico fugado de 15 años, corrobora esto. En sus propias palabras:
“Nadie nos dice nada. Pero escuchamos conversaciones sobre la situación de las cosas ahora. Así que hacemos lo que vemos hacer a la gente. Por eso es por lo que usamos las mascarillas. Normalmente cogemos la que vemos en la calle. No salimos como antes. Todos dormimos y nos despertamos aquí, y esperamos que la gente nos traiga alimentos para poder comer”.
Este relato retrata cómo los más vulnerables en la sociedad carecen de información vital sobre el coronavirus y cómo prevenirlo, ya que están apartados de los medios tradicionales y las redes sociales por donde más se difunde esta información. El testimonio de Kayode muestra cómo estos niños carecen de información y de acceso a esta y cómo esto pone su salud en riesgo, pero también revela su predisposición a sobrevivir cueste lo que cueste. La inmovilidad forzosa provocada por el COVID-19 los expone al riesgo de contraer el virus. Aunque la movilidad de estos niños se haya visto limitada, su forma de vida muestra que no mantienen distancias físicas donde residen. Duermen unos apretados contra otros bajo el viaducto, comen del mismo plato, se toman de la mano, mientras siguen interactuando con otros miembros de la sociedad.
Mientras tanto, existe la posibilidad de ser asintomático sin saberlo, estar contagiado del virus y no sentirse enfermo. Dado que los síntomas comunes del virus (fiebre, cansancio, erupciones cutáneas) son cosas con las que han convivido durante buena parte de sus vidas, ¿podría ser que algunos de estos niños estén ya contagiados del virus sin saberlo? En cualquier caso, las dificultades de estos niños reclaman una respuesta humanitaria rápida que les proporcione paquetes de ayudas y material de protección, y tests de COVID-19 para determinar su situación. La ausencia de ambos no solo pone a los niños en riesgo, sino también a toda la sociedad.
Los nombres mencionados en el texto son seudónimos, empleados para proteger la identidad de los niños entrevistados. Sus respuestas fueron grabadas en Yoruba y pidgin y las transcripciones literales se hicieron a partir de estas.
Temilorun Olanipekun
Temilorun es un profesional del Desarrollo. Tiene un Grado en Sociología de la Universidad de Bowen y en la actualidad realiza un Máster en Sociología del Desarrollo en la Universidad de Covenant, Nigeria. Este otoño comenzará un Segundo Máster en Estudios Africanos en la Universidad de Oxford. Síguelo en Twitter como @temilorun_ayo y en Instagram como @temilorun_ayo