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El género en las experiencias de los estudiantes migrantes retornados durante la pandemia de COVID-19

CHIEDZA MUTSAKA SKYUM  |  24 DE OCTUBRE 2020  |  ROUTED Nº12  |  TRADUCIDO DEL INGLÉS POR MAGDA R. DEHLI
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Malaso Nkoiboo, estudiante de ALU.

En un momento en que el mundo entero está trabajando y estudiando desde sus dormitorios, salas de estar y casas familiares, las líneas que antes eran claras entre lo personal y privado y lo profesional y público han quedado difuminadas. Lo que antes se veía como una anomalía (por ejemplo, cuando en 2017 los hijos de un experto se colaron en el fondo de una entrevista para las noticias de la BBC) se está convirtiendo ahora en la norma. Todos estamos intentando encontrar un equilibrio entre el teletrabajo y las responsabilidades familiares. Esta consideración no debería limitarse solamente a los profesionales en el mundo laboral, sino que es necesario extenderla a los estudiantes, que deben hacer frente a las mismas exigencias. El cambio de estar en un campus universitario, en donde podían concentrarse exclusivamente en sus estudios, a estar de vuelta en casa con sus familias añade factores de estrés que podrían dificultar sus trayectorias educativas y sus posibilidades de éxito. Este artículo explora algunos de estos factores atendiendo a cómo los estudiantes de la African Leadership University en Ruanda han aprendido a encontrar y negociar la forma de conciliar estudios y obligaciones familiares.

 

La African Leadership University (ALU) es una universidad en Kigali, Ruanda, cuyos estudiantes proceden de más de 40 países alrededor del continente africano. Con la llegada de la pandemia de COVID-19, ALU no tuvo más remedio que invitar a sus estudiantes a regresar a sus países de origen. Los distintos departamentos colaboraron para facilitar este retorno, frente al temor de que los estudiantes quedasen “varados” con el confinamiento de Ruanda, lejos de sus familias. Obtenidos los billetes de avión, los estudiantes volaron de vuelta a su casa. Se declaró que no habría ninguna interrupción en el aprendizaje de los estudiantes, ya que las clases continuarían de forma virtual.

 

Sin embargo, además de los problemas con la conexión a internet, el ancho de banda, el acceso a la tecnología y la localización remota de algunos de los hogares de los estudiantes, también existían barreras sociales que hicieron difícil continuar las clases para algunos estudiantes. Una encuesta realizada a cuarenta estudiantes de segundo año de ALU a mediados de septiembre de 2020 reveló que el 92% de los estudiantes afirman tener obligaciones familiares y roles y tares que deben hacer, lo que les deja menos tiempo para centrarse en sus estudios que si estuviesen en el campus en Kigali.

 

La desigualdad de género en la educación es ya un problema crónico y persistente en muchos países de África, y aunque se está progresando mucho en la mejora de acceso y la reducción del abandono escolar de las niñas, la pandemia de COVID-19 que ha devuelto a los estudiantes a sus casas parece haber empujado varios pasos atrás a algunas alumnas. En muchas sociedades, las niñas y las mujeres son responsables de llevar a cabo la mayor parte del cuidado de los niños y de las tareas domésticas de un hogar. Desde muy pronto, los profesores —yo incluida— empezamos a recibir emails de estudiantes que no podían dedicar el tiempo necesario a sus clases. Una estudiante de Kenia tenía varios hermanos cuyas escuelas habían cerrado y necesitaban cuidados y educación en casa. El padre de otra estudiante había perdido el empleo, con lo que su madre empezó a trabajar como vendedora y ella pasó a encargarse de la cocina y la limpieza de la casa. También estaba la estudiante que cuidaba de su abuela enferma, quien necesitaba cuidados paliativos. Sus peticiones me llevaron a escribir este artículo. ¿Estarían experimentando lo mismo estas estudiantes si su género fuera otro? ¿Hasta qué punto se pone la educación de un niño por delante de la de una niña hoy?

 

El 70% de los estudiantes encuestados enumeraron tareas normalmente feminizadas —cocinar, limpiar y lavar la ropa— como la principal carga de trabajo que tenían que hacer. El cuidado de los niños y/o la educación desde casa de hermanos o parientes más jóvenes fue la segunda tarea en cuanto al tiempo dedicado, y trabajar en el negocio familiar la tercera. Una estudiante de Ruanda que regresó a su casa en otra provincia dijo que “como aquí suele creerse que las mujeres son las responsables de las tareas del hogar, por eso la mayoría de las tareas del hogar como la cocina o la colada terminan siendo realizadas por mujeres”. Una estudiante de Costa de Marfil comentó: “En mi tradición, las mujeres tienen que cocinar y hacer todo el trabajo de casa mientras que los hombres no hacen nada porque son hombres, y no se les permite hacer nada en casa aparte de estudiar y rezar”. Un estudiante nigeriano dijo: “Soy consciente de que se espera de mis hermanas que hagan más en casa, pero yo tengo que trabajar con mi padre —las horas son las mismas pero las tareas son diferentes”.

 

Las expectativas familiares y la pérdida de prioridad de la educación de las mujeres jóvenes a ojos de sus familias han afectado sus trayectorias educativas. Sin el COVID-19, habrían seguido siendo estudiantes residentes y dedicando todo su tiempo a los estudios. Quedó patente en la encuesta que los estudiantes varones sin hermanas no tuvieron la misma experiencia, ya que se esperaba de ellos que realizaran las tareas del hogar necesarias. Eran las estudiantes sin hermanos varones quienes tenían más que decir en los comentarios, al comparar lo que se pedía que hicieran en casa a sus hermanos. “No puedo sentarme y esperar que mis hermanos cocinen o hagan otras tareas domésticas”. Otra estudiante ruandesa dijo: “Vivo en una familia con muchos chicos así que se espera que yo haga el trabajo de casa porque, por lo visto, los chicos de mi familia no pueden cocinar ni hacer nada si hay una chica cerca”.

 

Ante la pregunta de si los estudiantes creían que las tareas que se les asignaban tenían algo que ver con el género o no, una estudiante de Sierra Leona señaló otro aspecto cultural: la edad. “Mis tareas están ligadas al hecho de que soy la más joven de la familia. Es como si hubiese una norma que dijese que cuando eres la pequeña, tienes que hacer las tareas, y me está afectando mucho”. Una estudiante ghanesa no veía un elemento de género en sus tareas domésticas: “Las obligaciones no tienen nada que ver con mi género. Mi hermano trabaja tanto como yo”.

 

Al preguntarles cómo se estaban adaptando a la nueva normalidad, la mayoría de los encuestados dijeron que informar a sus familias de sus horarios e incluir en estos las tareas familiares había ayudado a disminuir la presión. Muchos dijeron que simplemente trabajan muchas más horas al día y esperan “sobrevivir” a estos tiempos difíciles.

 

Empatía es la palabra estrella este año en ALU. Los profesores que dirigen las clases virtuales han aprendido que los enfoques empáticos personalizados ante las preocupaciones y dificultades de los estudiantes son la mejor opción para sus trayectorias de aprendizaje y la más efectiva para su éxito académico. En estos tiempos difíciles, aligerar la presión sobre las fechas de entrega, permitir una mayor flexibilidad y proporcionar múltiples vías para que los estudiantes participen del contenido de las clases ha ayudado a los estudiantes de ALU a sentir que alguien los ve, les escucha y comprende su situación.

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Chiedza Mutsaka Skyum

Soy investigadora y educadora en el campo de las migraciones. Me he dedicado durante años a la migración forzosa y  ahora, desde que trabajo en esta institución multinacional panafricana con estudiantes de hasta diecisiete países africanos en cada clase, ha aumentado mi interés por la migración educativa, un ámbito en el que me estoy comenzando a adentrar.

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