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En honor a Sarah: Una llamada a reconocer la complejidad de ser queer en el exilio

EMILIA TRULUCK  |  22 DE JUNIO 2020  |  TRADUCIDO DEL INGLÉS  |  ROUTED Nº10
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Imagen de Ian Taylor en Unsplash.

El 13 de junio de 2020, la activista LGTB egipcia Sarah Hegazy se suicidó en el exilio en Canadá. Todos dicen que Sarah una persona que cuidaba a los demás, una líder, una fuente de inspiración. Sarah también era una refugiada, forzada a pedir asilo en Canadá tras ser perseguida en Egipto. En octubre de 2017, Sarah asistió a un concierto del grupo de rock libanés Mashrou' Leila en El Cairo. Al frente de Mashrou' Leila está Hamed Sinno, un hombre abiertamente gay que en el Festival de Byblos (Líbano) de agosto de 2010 desplegó una bandera arcoíris sobre el escenario. La noche del concierto en El Cairo, Sara fue fotografiada ondeando su propia bandera arcoíris, con una sonrisa radiante que emanaba alegría pura, conquista con muchos esfuerzos.

Sarah dijo que había alzado la bandera en “un acto de apoyo y solidaridad...por todos los oprimidos”. El gobierno egipcio, sin embargo, dijo que estaba “promocionando la desviación sexual y el libertinaje”, y la arrestaron en su domicilio una semana más tarde con este y otros cargos. Después de su detención, encerraron a Sarah en una prisión de mujeres durante tres meses, donde fue torturada por los guardas y atacada por las otras prisioneras por su homosexualidad. Después de su liberación, le diagnosticaron una depresión severa y estrés postraumático, y comenzó a experimentar alucinaciones. En sus propias palabras, “La prisión acabó conmigo. Me destrozó”.

Poco después de su liberación, Sarah se vio obligada a marcharse de Egipto, así que viajó a Canadá para pedir asilo. Allí continuó padeciendo depresión y estrés postraumático, hablando una y otra vez con sus amigos de su deseo de volver a casa, a Egipto. A pesar de sus batallas personales, sin embargo, nunca dejó de luchar por los marginados ni en su antiguo ni en su nuevo hogar. Se mantuvo activa online en Barra Alsour, una iniciativa feminista queer egipcia que había contribuido a fundar. También se unió a organizaciones canadienses, como la Spring Socialist Network (Red Socialista Primavera) y entabló una relación con los revolucionarios sudaneses que vivían cerca de ella en Toronto. 

En los días que siguieron a la muerte de Sarah, las comunidades queer de todo el mundo han celebrado vigilias con velas en honor a su vida y su labor. Las redes sociales se han volcado en solidaridad con ella, encabezadas por árabes queer y aliados heterosexuales árabes. Sin embargo, también ha habido una reacción contraria en redes sociales, con comentarios homófobos escritos bajo muchas de las publicaciones sobre su muerte, incluso en la página de Facebook de Barra Alsour. La complejidad de ser queer en el exilio ha estado plenamente expuesta.

En respuesta a la muerte de Sarah, la investigadora libanesa Rasha Younes se pregunta: “¿Qué significa alcanzar la ‘seguridad’ en un país extranjero, encontrarse sola con el trauma y el dolor, sin una tabla de salvación, y conectada únicamente a través de una pantalla de ordenador?”. Rasha y muchos otros culpan de la muerte de Sarah al gobierno egipcio que, como otros gobiernos en Oriente Próximo, ha empleado tácticas violentas para imponer las normas heteropatriarcales sobre la ciudadanía. Sin embargo, muchos activistas e investigadores también reconocen que los sistemas violentos del heteropatriarcado en los países de origen de los refugiados LGTB no desaparecen sin más en los países de reasentamiento, sino que se transforman. El heteropatriarcado no es un producto natural de ninguna cultura, pero se presenta con varias manifestaciones a través de las fronteras, a menudo entrelazado con jerarquías raciales y de clase. En muchos países de acogida, la intersección de los sistemas de patriarcado, racismo y heteronormatividad impiden que los solicitantes de asilo y refugiados LGTB reciban todo el apoyo que merecen.

Como otros refugiados, la mayoría de los refugiados LGTB se concentran en campos de refugiados cerca de sus países de origen (como los que están en KeniaTurquía). Sin embargo, los que buscan el reasentamiento permanente suelen ser ubicados en Canadá, EE.UU., Australia o Europa. Todos estos países de reasentamiento se promocionan como “refugios queer”. Para ser justos, los países de reasentamiento sí que ofrecen mayores protecciones legales de los derechos LGTB que los países de origen de los refugiados LGTB. Por ejemplo, los países de reasentamiento suelen garantizar protecciones laborales y el derecho al matrimonio a sus residentes LGTB. Los países de reasentamiento también suelen tener una aceptación de las personas LGTB más amplia (si bien incompleta, y a veces contingente al lugar geográfico), y menor violencia estatal hacia ellos. No obstante, las protecciones jurídicas y las oportunidades sociales no están distribuidas uniformemente entre los países de reasentamiento ni dentro de ellos, y los refugiados y los solicitantes de asilo LGTB con frecuencia solo acceden a una versión fracturada del refugio queer prometido.

 

Para los solicitantes de asilo LGTB, las expectativas de de un refugio queer pueden empezar a quebrarse con el procedimiento de asilo. En Reino Unido, la “cultura de la desconfianza” del Ministerio del Interior en torno a las solicitudes de asilo LGTB se traduce en que, demasiado a menudo, las personas LGTB que no son capaces de reducir su experiencia hasta confeccionar una narrativa de identidad y persecución que encaje en los conceptos británicos de identidad queer son rechazadas aduciendo motivos de credibilidad. Además de rechazar solicitudes legítimas por no amoldarse a ideas culturalmente reconocibles de qué es ser queer,  el tipo de cuestionamiento puede retraumatizar a los solicitantes de asilo LGTB que llevan mucho tiempo siendo tratados como sospechosos y no dignos de confianza. En EE.UU., las experiencias en los centros de internamiento de extranjeros profundizan el trauma de los solicitantes de asilo LGTB. Además del acoso por parte de los guardas y otros detenidos, los solicitantes de asilo LGTB suelen recibir un trato médico inadecuado, especialmente si son seropositivos. Con el COVID-19 presente ahora en muchos centros de internamiento de extranjeros, los solicitantes de asilo LGTB internados y médicamente vulnerables están en mayor riesgo que nunca, lo que ha llevado a la creación de peticiones como esta.

 

Para los refugiados LGTB reasentados, la noción de un refugio queer queda aún más desestabilizada por la definición de queer normativo del Estado de reasentamiento. Como señala Jasbir Puar, durante la Guerra contra el terror los Estados liberales comenzaron a adoptar un sujeto homosexual específico y estrechamente definido como merecedor de la protección estatal. Este queer normativo fue construido social y culturalmente como un hombre gay blanco, cisgénero y secular que contribuye a la economía capitalista a través del poder adquisitivo del “dólar/euro/libra rosa” y al convertirse él mismo en un producto. El queer normativo, una construcción específica de cada país, se estableció como antítesis a las ideas orientalistas de la “sexualidad musulmana” y excluyó a las personas queer que no podrían o no querían participar en la formación de una identidad secular y capitalista. Como resultado, las personas LGTB que están en el armario, que son religiosas o que no acuden a espacios típicamente “gays” (como los bares gays) han estado a menudo excluidos del cuerpo político queer del Estado liberal. Teniendo en cuenta la estrechez de la identidad queer reconocible/aceptable en los países de reasentamiento y la profundidad de las cicatrices psicológicas infligidas a los refugiados LGTB en sus países de origen, no resulta sorprendente que muchos refugiados LGTB sigan pugnando por su salud mental mucho tiempo después de su reasentimiento inicial.

Se ha escrito muy poco sobre la salud mental de los refugiados LGTB en el contexto del reasentamiento. A partir de las escasas publicaciones que existen, sabemos que los refugiados LGTB se enfrentan a múltiples estresores específicos desde la llegada al nuevo país, estresores que podrían causarles más problemas de salud mental que a los ciudadanos LGTB o a los refugiados no LGTB. Por ejemplo, muchos refugiados LGTB se encuentran en una situación de aislamiento social respecto a otros refugiados y miembros de la diáspora, y a la vez se sienten desconectados de los grupos LGTB establecidos en su nuevo país. Como consecuencia del trauma anterior y posterior a la huida, los refugiados LGTB pueden padecer estrés postraumático, depresión y ansiedad. Sin embargo, también pueden dudar a la hora de pedir ayuda a los servicios de salud mental debido a experiencias previas de “terapia de conversión”​ o que se les haya dicho que su sexualidad o su identidad de género les hacen “enfermos” o “anormales”. Incluso cuando buscan ayuda, puede resultar difícil encontrar a profesionales de la salud mental que tengan experiencia trabajando tanto con inmigrantes como con individuos LGTB. Además, los refugiados LGTB no son inmunes a los factores psicosociales que provocan que los ciudadanos LGTB de los países de reasentamiento tengan un riesgo mucho mayor de enfermedad mental y suicidio. Como consecuencia, las organizaciones que proporcionan apoyo psicosocial a refugiados y solicitantes de asilo LGTB son una parte inmensamente importante de la infraestructura de reasentamiento de cualquier país [1].

 

En respuesta a la noticia de la muerte de Sarah, Hamed Sinno, el cantante de Mashrou’ Leila, declaró

 

“Las enfermedades mentales no existen en un vacío. Son el producto de la violencia estructural. El poder del capitalismo heteropatriarcal es la forma en la que habita el cuerpo. Nacemos en el trauma, y lo llevamos con nosotros allá donde vamos… La idea de que alguien puede abandonar una sociedad que está intentando matarla, y aún llevar esa sociedad dentro de sí, empujándola a acabar con su propia vida, me causa escalofríos, al reflexionar sobre mi propio exilio y el exilio de gente a la que quiero. Pasamos la primera parte de nuestras vidas pidiendo más aire en nuestra tierra, y luego nos marchamos a países en los que se nos promete el aire, solo para encontrarnos con que nos habían robado los pulmones”.

 

El trauma que llevan consigo los refugiados LGTB debe reconocerse como lo que es: un producto de la opresión sistémica. Desde la violencia en los países de origen hasta el aislamiento en el exilio, los refugiados LGTB quedan demasiado a menudo atrapados en redes de violencia mental y espiritual. Las organizaciones de reasentamiento, las iniciativas LGTB y los grupos culturales tienen la responsabilidad de trabajar juntos para garantizar que los refugiados LGTB reciben todo el apoyo desde su llegada al nuevo país, no solo a nivel económico y político, sino también mental y espiritual [2].

 

En honor a Sarah, su labor y su vida, tenemos que trabajar para hacer el sistema de reasentamiento más inclusivo para los refugiados LGTB. Los refugiados LGTB no pueden dejar su trauma en la frontera. Sus heridas no se cierran solo por haber llegado a un nuevo país. Los países de reasentamiento tal vez no puedan ofrecer “nuevos pulmones” a los refugiados LGTB, pero pueden al menos hacer un mejor trabajo ayudando a los refugiados LGTB a respirar.


 

Notas y referencias

[1] Algunas organizaciones ya trabajan para apoyar las necesidades psicosociales de los refugiados LGTB. Véase, por ejemplo, MicroRainbowRainbow StreetRainbow Refugee.


[2] La Rainbow Welcome Initiative (Iniciativa Bienvenida Arcoíris) de la Heartland Alliance ha creado una guía práctica sobre el reasentamiento de refugiados LGTB para ayudar en este proceso, y ORAM tiene un diccionaro de términos LGTB respetuosos que pueden utilizarse en varios idiomas.

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Emilia Truluck

Emilia Truluck obtuvo un Máster en Género y Derecho en SOAS (Universidad de Londres) y un Máster en Estudios sobre Refugiados y Migraciones Forzadas en la Universidad de Londres. Durante sus estudios de posgrado, investigó sobre la adjudicación de solicitudes de asilo LGTBI en los sistemas de inmigración de Reino Unido y EE.UU. Fuera de la torre de marfil, ha trabajado en distintas ocupaciones con refugiados y solicitantes de asilo en EE.UU., Reino Unido y Oriente Próximo. En la actualidad estudia un doctorado en Derecho en la Universidad de Michigan.

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