Heredar la identidad diaspórica: El dilema lingüístico armenio-libanés
ANÓNIMO | 19 DE DICIEMBRE 2020 | ROUTED Nº13 | TRADUCIDO DEL INGLÉS
Imagen de Jason Dent en Unsplash.
En su apogeo, la comunidad armenia en Líbano era uno de los grupos más importantes de la diáspora armenia; algunos consideran que su estatus no ha disminuido. Sin embargo, para reivindicar su lugar en Líbano, esta comunidad diaspórica renuncia a una serie de aspectos culturales que podrían facilitar su integración. El lenguaje es la principal barrera que eligen no traspasar, en un intento de evitar la aculturación.
Después del genocidio armenio, la comunidad armenia desplazada en Líbano fue naturalizada a partir de 1927; sin embargo, la naturalización no supuso su integración. Al contrario, trajo consigo una serie de respuestas culturales que se plasmaron en el sistema educativo y el currículo de varias escuelas y centros culturales armenio-libaneses.
Como armenio-libanesa de tercera generación, ni mis padres ni yo hemos tenido la oportunidad de visitar Armenia. No obstante, el armenio ha sido nuestra lengua original de comunicación. Esto es interesante sobre todo al observar las relaciones intergrupales, dado que las personas armenias de Líbano están confinadas en determinadas regiones pobladas mayoritariamente por otros armenios. Por lo tanto, uno puede comunicarse sin necesidad de aprender árabe, la lengua oficial del país al que pertenecen, Líbano. Hay casos en los que un negocio libanés abre sus puertas en un barrio totalmente armenio, provocando confusión entre la gente de la comunidad que ya no puede expresarse con exactitud. Yo soy una de estas personas, por lo que solía planificar con antelación la lista de la compra y ensayar en el ascensor la pronunciación árabe de cada una de las palabras de mi lista.
Los niños de estos barrios mono-culturales estudian en escuelas armenias, donde el currículo educativo se diseña para favorecer la omnipresencia de la lengua armenia en todas o casi todas las asignaturas. Las clases de inglés, francés y árabe que ofrecen estas instituciones suelen limitarse a la lingüística y la gramática. A menos que el estudiante se presente al bachillerato francés, en el sistema escolar armenio-libanés no suele haber más motivos para fomentar la práctica de las habilidades comunicativas en otros idiomas.
Este aislamiento social y comunitario es una elección colectiva. Desde la perspectiva de la comunidad armenio-libanesa contemporánea, este obstáculo lingüístico y la falta de integración resultante se consideran un factor de marginalización de la comunidad armenio-libanesa. La amenaza que se presenta no es la incapacidad de expresarse, sino la habilidad de hacerlo de manera eficiente en un idioma distinto del armenio. Este dilema sobrepasa el objetivo inicial de preservar simplemente la lengua armenia.
Además, existen dos variantes del árabe, formal y coloquial, y el que se estudia en las escuelas es el árabe formal. Esta variante no se emplea en la comunicación oral; suele estar limitado a los documentos oficiales. Esto provoca que generaciones de niños, yo incluida, carezcan de las competencias básicas para comunicarse en árabe coloquial. Estos inconvenientes menores dificultan o incluso impiden el proceso de integración, y alteran el proceso de identificación, ya que el niño no llega a sentirse plenamente armenio ni libanés.
Por ejemplo, recuerdo haber ido de niña a la farmacia a comprar un cepillo de dientes. En el momento en el que vi que la farmacéutica armenia se había tomado el día libre, tuve que llamar a mi madre para preguntarle el término árabe coloquial para “cepillo de dientes”. Los recuerdos como este han creado un sentimiento de alienación y falta de pertenencia en un país que ya hace mucho consideraba a mis abuelos oficialmente ciudadanos suyos.
Ejemplos así nos llevan a cuestionar la noción de hogar; desde ir a una cafetería y tener que hablar en inglés para pedir correctamente, hasta no poder preguntar la dirección tras perderte conduciendo.
Estos ejemplos también se ven reflejados en la percepción de las personas armenias en la cultura “receptora” libanesa. Con frecuencia, cuando un individuo libanés se da cuenta de que la persona con la que habla tiene un nombre o un apellido armenio, aparecen una serie de estereotipos y prejuicios. La identidad armenia se reduce a una lista de tipos de comida, o unas pocas palabras para saludar.
Ser diferente no es un problema, pero no poder comunicarse limita el potencial de la persona para identificarse con el país en el que vive. Sin embargo, la comunidad armenio-libanesa es responsable de su propia alienación. Este aislamiento se considera un mecanismo para preservar la identidad armenia. El proceso de integración se asocia principalmente a la aculturación y la asimilación, lo que se percibe como una pérdida de identidad. Aunque este sentimiento es justificable, la identidad resultante queda anclada en un conflicto perpetuo: no hay un hogar, solo el anhelo heredado de uno.