A veces los chistes tienen una función tranquilizadora, especialmente en tiempos del COVID-19: “¿Cómo puedes hacer una entrega sin contacto si la sopa se ha derramado en la mochila?”, pregunta a sus colegas un rider de la plataforma de reparto de comida a domicilio Lieferando en Berlín. “Le lanzo una pajita al cliente”, contesta otro. El chiste expresa la gravedad de la situación. Estos dos riders no solo están expuestos a riesgos sanitarios, también temen por sus ingresos diarios. En la crisis actual, su sustento como repartidores de comida depende de nuevas constelaciones de (in)movilidad: su propia capacidad para seguir en movimiento y abrirse camino por una ciudad confinada, abasteciendo a la vez de comida a aquellos cuya movilidad está limitada por las restricciones del COVID-19. La gig economy es un ejemplo ilustrativo de la importancia consitutiva de la movilidad en el trabajo y de su reconfiguración en tiempos del COVID-19.
Mientras los trabajadores temen por su seguridad, la crisis que rodea a la transmisión global del nuevo coronavirus se ha convertido en un gran momento para las plataformas digitales. En China, la crisis creó un boom de las plataformas que entregan comidas y otros artículos de compra a la puerta de las casas de sus clientes confinados. En los momentos más críticos de los confinamientos de algunas ciudades europeas como París y Milán, los riders repartidores de comida fueron con frecuencia las únicas personas aún visibles en las calles vacías. Bautizados como “dividendos del coronavirus” (o corona shares) por el mundo financiero, el aumento de valor de determinadas acciones de los sectores del quedarse en casa y del teletrabajo, como las videoconferencias o el reparto de comida, es extraordinario. Apuntan a la magnitud de la reconfiguración que la crisis actual está operando sobre la espacialidad y la (in)movilidad del trabajo.
Antes incluso de la crisis, en Berlín y muchas otras ciudades de todo el mundo, la mayoría de los trabajadores de las plataformas eran migrantes. Para ellos, la situación actual es particularmente precaria. Este es el caso de Cristina, una recién llegada a Berlín desde Buenos Aires. Poco después de llegar a Berlín con un visado de un año, comenzó a trabajar para Helpling, una plataforma de servicios de limpieza de la gig economy alemana. Había oído de la posibilidad de registrarse en ella incluso antes de llegar a Berlín. Entre los migrantes argentinos y de otros países latinoamericanos, todo el mundo sabe que trabajar para Helpling es una opción para ganarse la vida. Estas plataformas requieren muy pocos papeles, aceptan a personas con permisos de residencia de corta duración, no piden cualificaciones lingüísticas, y aceptan a prácticamente todo aquel que lo solicite.
Bastián, un repartidor de comida chileno, relata una historia parecida. Las plataformas como Helpling o Deliveroo son en su opinión “trabajos fáciles de solicitar cuando llegas con un visado, porque solo tienes un año y no necesitas muchos papeles, ni necesitas hablar alemán. Como él y Cristina, muchos de estos jóvenes migrantes tienen carreras universitarias, pero les resulta complicado encontrar otros trabajos. Bastián sostiene que “esta es la única opción que tienen los inmigrantes, o personas de Chile, o de India. Así que aunque las condiciones laborales sean una mierda, yo estaba contento. Y mientras no me atropellase un coche, todo saldría bien”. Su última frase pone de relieve la extrema precariedad del trabajo de las plataformas. Los trabajadores de la gig economy son autónomos: no tienen bajas por enfermedad, seguro ni una garantía de ingresos en tiempos de baja demanda.
En las difíciles condiciones actuales, estos trabajos precarios exigen flexibilidad y disposición para el cambio. Durante el confinamiento en Berlín, los trabajos de limpieza escasearon. Cristina y su novio, que también está registrado en Helpling, se trasladaron a la Alemania occidental. Aquí trabajaron 12 horas al día para ayudar en las cosechas agrícolas. En este trabajo estaban cubriendo a un grupo distinto de migrantes. Los trabajadores estacionales, mayormente del sur y del este de Europa, suelen poblar los campos de Alemania durante el verano. Este año su movilidad laboral se vio impedida por el cierre de las fronteras europeas. Ante la presión económica prolongada del sector agrícola, el gobierno alemán finalmente proporcionó permisos especiales a decenas de miles de trabajadores estacionales que fueron traídos al país en vuelos chárter. La muerte de uno de ellos, un trabajador rumano, por COVID-19, y el número ascendente de trabajadores infectados en la industria cárnica (otro sector que concentra trabajadores temporales y desplazados de los países europeos vecinos) ponen ahora el foco en estos sectores del mercado laboral, mantenidos por trabajo migrante que de otra manera permanecería invisibilizado.
Desde su regreso a Berlín, Cristina espera que los clientes empiecen otra vez a contratar a trabajadores de la plataforma para limpiar sus apartamentos. Otra opción para aumentar sus ingresos sería una de las muchas plataformas de trabajo en línea. Aquí, Cristina se sumaría a trabajadores de todo el mundo en otro tipo de plataformas de la gig economy, las conocidas como plataformas de crowdworking. Estas también podrían convertirse en ganadoras de la crisis del COVID-19. Como Deliveroo y Helpling, funcionen según una lógica de trabajo sobre demanda, y subcontratan trabajos informáticos a usuarios de internet de todo el mundo. En contraste con los repartidores de comida o conductores de VTC, suele ser su propia inmovilidad lo que los ha traído a estas plataformas. Muchos de ellos están atados a sus casas por sus responsabilidades al cuidado de familiares o por limitaciones físicas.
Esta es la situación de Eliana –un ama de casa rumana de 60 años que solía trabajar como ingeniera eléctrica hasta que su empresa quebró en 2017. Ya tenía dificultades para encontrar un nuevo trabajo cuando desarrolló problemas graves de salud que no le permitían moverse mucho. Obtiene unos ingresos inestables trabajando desde casa en la plataforma Microworkers. Un día sí y otro no entra a la plataforma y compite por una variedad de tareas, como etiquetar datos o evaluar contenido para gigantes tecnológicos como Facebook, con otros 1,7 millones de trabajadores en el mundo, que están registrados en la plataforma. A diferencia de los repartidores o los cosecheros, el sustento de estos trabajadores desde casa no depende de su movilidad física. Sin embargo, su fuerza de trabajo sí se mueve (de forma mayormente invisible) a través del espacio digital, algo que podemos considerar una “migración virtual”.
Incluso antes de la pandemia, el trabajo de las plataformas tenía una relación especial con la (in)movilidad, personificada tanto en la figura del repartidor de comida como en la del crowdworker que trabaja remotamente para clientes al otro lado del mundo. Aunque estos trabajos y sus movilidades precarias han sido alterados por la crisis del COVID-19, ha quedado más claro que nunca que la movilidad es un elemento constitutivo del trabajo –paradójicamente, incluso cuando las personas están confinadas en sus casas.
Moritz Altenried
Moritz es investigador posdoctoral en el Institute of Sociology and Cultural Organization (ISCO) de la Universidad Leuphana de Lüneburg y en el Berlin Institute for Integration and Migration Research (BIM) de la Universidad Humboldt de Berlín. Su investigación se centra en el trabajo, la digitalización, las migraciones, las plataformas y el espacio urbano, economía política de la esfera digital, y la logística y las infraestructuras. Junto a Manuela Bojadžijev y Mira Wallis está investigando la “Digitalización del Trabajo y la Migración”, en un proyecto financiado por la Fundación Alemana de Investigación (DFG): http://www.platform-mobilities.net/en; y https://twitter.com/platformmobili1
Mira Wallis
Mira es investigadora y estudiante de doctorado en el Centre for Digital Cultures (CDC) en la Universidad Leuphana de Lüneburg. Es también miembro asociado del Berlin Institute for Integration and Migration Research (BIM) en la Universidad Humboldt de Berlín. En su proyecto de doctorado, investiga el crowdworking en relación con diferentes formas y prácticas de (in)movilidad que dan forma a este tipo de trabajo de plataforma digital y desde casa.
Manuela Bojadžijev
Manuela es profesora del Institute for European Ethnology y vicedirectora del Berlin Institute for Integration and Migration Research (BIM) en la Universidad Humboldt de Berlín. El foco principal de su trabajo es investigar culturas globalizadas y digitalizadas. Le interesan las transformaciones contemporáneas de la movilidad y la migración así como el racismo, en interacción con los actuales cambios radicales del trabajo y la vida en condiciones de digitalización y logistización.