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SOSOrinoco: La ventaja del activismo de la diáspora en Venezuela

Por Ángeles Zúñiga y Abigail Edwards | Número 22


Illegal mine by the Caroni, Venezuela's second most important river. Courtesy of Rodolfo Gerstl and SOSOrinoco.
Una mina ilegal cerca del Caroni, el segundo río más importante en Venezuela. Cortesía de Rodolfo Gerstl y SOSOrinoco.

La inestabilidad, una crisis de desplazamiento prolongada y la hiperinflación se han vuelto omnipresentes en las discusiones sobre el panorama político venezolano. Sin embargo, una crisis oculta amenaza al país – desde su patrimonio cultural hasta su frágil biosfera. En 2016, el régimen de Nicolás Maduro creó el Arco Minero del Orinoco, una mina a cielo abierto que se extiende por el sur de Venezuela y que representa el 12% del territorio del país. Una “zona de desarrollo estratégico” extractivista, creada sin estudios de impacto ni la aprobación de la Asamblea Nacional requerida por ley, el Arco Minero del Orinoco ha tenido consecuencias ambientales, de salud pública y de derechos humanos.


Pese a la trascendencia de esta tragedia ambiental, durante años esta situación fue muy poco estudiada. Cuando SOSOrinoco, un grupo de presión creado por la diáspora, se fundó en 2018, pocos venezolanos fuera de la región del sur sabían de la existencia del arco minero; y todavía menos estaban dispuestos a pronunciarse sobre sus políticas extractivas. En una entrevista con los autores, la fundadora de SOSOrinoco, Cristina Burelli, explicó que después de consultar con varios académicos y activistas, estos expresaron estar al corriente de una situación grave en la zona. Sin embargo, la gente tenía miedo de denunciarlo debido a la naturaleza represiva del régimen de Maduro. Esto ha provocado que muchas atrocidades no se denuncien.


En la actualidad, SOSOrinoco ha elaborado los informes más detallados sobre las amenazas que representa el arco minero, incluyendo la degradación ambiental, las violaciones de derechos humanos como la explotación sexual y el tráfico laboral, la proliferación de actividades de pandillas y las amenazas al paisaje cultural de la región. Por ejemplo, los informes han mostrado que las actividades mineras amenazan el Parque Nacional Canaima, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO.


Combinando un equipo de investigadores locales con los esfuerzos de los líderes de la diáspora, SOSOrinoco opera de forma anónima sobre el terreno, denunciando el ecocidio del que muchos temían informar. El proyecto proporciona un modelo de cómo se puede lograr una labor de promoción significativa bajo regímenes autoritarios y represivos, gracias a los esfuerzos combinados de la experiencia local y los miembros de la diáspora.



La diáspora venezolana: un fenómeno en constante crecimiento


Un hecho que ha sido crítico para el éxito de SOSOrinoco ha sido su integración de la diáspora en una cuestión que anteriormente estaba en gran medida localizada. Actualmente, hay 7,2 millones de venezolanos viviendo en el exterior, muchos de los cuales se encuentran desplazados por una grave crisis humanitaria. La mayor parte de la diáspora se concentra en América Latina, con Colombia y Perú albergando las cifras más altas: 2,5 millones y 1,5 millones respectivamente.


Fuera de América Latina, las mayores concentraciones de la diáspora venezolana se encuentran en los Estados Unidos y España. Actualmente, la diáspora representa casi el 24% de la población mundial de venezolanos, y una importante fuga de capital humano para Venezuela.


A pesar de haber huido de un régimen represivo, los venezolanos en el extranjero se han involucrado en gran medida con sus países de origen a través de las remesas, en lugar de activismo y la recaudación de fondos para las organizaciones venezolanas locales. Se estima que el 29 por ciento de las familias en Venezuela dependen de las remesas para sobrevivir. En 2022, se estimó que las remesas totales en Venezuela alcanzaron los 4.200 millones de dólares estadounidenses. La diáspora venezolana también proporciona alimentos y suministros médicos esenciales, hasta tal punto que han surgido varias empresas dedicadas al envío de mercancías desde los núcleos de la diáspora.


Si bien estos suministros, así como las remesas, han sido fundamentales para la resiliencia de un pequeño número de beneficiarios, sigue existiendo una desconexión significativa entre las necesidades de las organizaciones locales de base en Venezuela y la respuesta y las acciones de la diáspora. Con un pequeño grupo de líderes de la diáspora venezolana amplificando el trabajo de una gran red de base, SOSOrinoco es un ejemplo de formas innovadoras en que la diáspora puede relacionarse con los que están en casa más allá de las remesas. No obstante, aunque venezolanos dentro y fuera del país se han apresurado a compartir el trabajo de SOSOrinoco en las redes sociales, la organización todavía se esfuerza para involucrar a la diáspora en la recaudación de fondos para su cometido.


Representación equivale a protección


Esfuerzos tales como proporcionar asistencia son unidireccionales y relativamente sencillos. Pero procesos más complejos – como la publicación, la promoción y la concienciación sobre temas delicados – requieren una modalidad diferente de participación, puesto que la seguridad de las personas involucradas dentro del país puede verse comprometida. Habiéndose documentado ataques tanto por parte de funcionarios estatales como de grupos armados contra defensores del medio ambiente en Venezuela, el modelo de SOSOrinoco, con una líder de la diáspora como Cristina Burelli actuando como representante pública – que puede compartir con seguridad los hallazgos del equipo central –, garantiza la seguridad de la red local de la organización y del equipo sobre el terreno, al mismo tiempo que facilita el compromiso con los grupos de la diáspora.


Combinar los esfuerzos de la diáspora con las redes sobre el terreno


Si bien los tres miembros del equipo de SOSOrinoco fuera de Venezuela usan sus posiciones seguras en el extranjero para representar públicamente a la organización, liderar la recaudación de fondos y coordinar los esfuerzos de investigación, SOSOrinoco permanece basado en la participación y las comunidades en el terreno.


SOSOrinoco ha trabajado para formalizar una red de periodistas locales, defensores indígenas y activistas que proporcionan actualizaciones a tiempo real a los activistas de la organización en la diáspora, contribuyen a sus publicaciones y trabajan para promover el trabajo de SOSOrinoco en los medios de comunicación locales.


Este trabajo de la diáspora es cada vez más relevante ya que amplifica los peligros que representa el Arco Minero del Orinoco para la región, que amenaza el ecosistema amazónico y es también un refugio para la actividad de pandillas internacionales. Mientras Burelli siga siendo la cara de la organización, brindando credibilidad a SOSOrinoco en el extranjero, el enfoque de publicar informes de forma colectiva y anónima garantiza que los actores locales puedan contribuir de manera segura. Los esfuerzos combinados de la diáspora con los locales en el terreno ayudan a garantizar que el enfoque del trabajo de SOSOrinoco permanezca centrado en las poblaciones del Amazonas venezolano que se ven directamente afectadas por los impactos del Arco Minero del Orinoco.




Ángeles Zúñiga es becaria de investigación en el Proyecto sobre Fragilidad y Movilidad en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington, D.C. Zúñiga tiene una licenciatura en Estudios Globales por la Universidad de St. Lawrence en Nueva York, donde fue becaria Davis-UWC.






Abigail Edwards es asistente de investigación en el Proyecto sobre Fragilidad y Movilidad en el CSIS. Edwards tiene un máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Johns Hopkins SAIS, una licenciatura en Derechos Humanos por la Universidad de Columbia, y una licenciatura en Política y Gobierno de Sciences Po Paris.

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